miércoles, 18 de diciembre de 2013

Ícaro Moderno

Esta noche, los sueños
No son más que ilusiones lejanas,
Son esperanzas quebradas
Por el peso de mi propia imbecilidad.

Estoy cansado de pensar bien de la gente,
Yo mismo agoté mi paciencia,
Y no tengo intenciones de ser
Un hombre de bien nunca más.

Después de todo, ser bueno duele
En los huesos, triza el pensamiento
Y pudre el alma.

¿O será que nací para envidiar?
¿Debería sepultar entonces a mis amigos?
¿Debería mutilar a las mujeres que he amado?

Es posible que haya nacido para ser
Un asesino, un mendigo,
O un predicador de mala muerte.

Incluso puede ser que
Toda mi vida esté destinado
A ser un triste loco,
Al borde constante de la demencia.

Quisiera ser más noble, para que
Al menos asistan unas pocas personas
A mi funeral.

Me arrancaría los brazos,
La lengua y el corazón,
Si tan sólo supiera en dónde los dejé.

Esta noche no existió nunca tu nombre,
Ni tu silueta, ni tu mano
Tan decepcionantemente cálida.

Déjenme solo, déjenme sangrar
Con éstas palabras de odio
Y autoflagelación.

¡Déjenme solo les he dicho!

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

jueves, 12 de diciembre de 2013

Truenos de fuego

¡Que tiemble la tierra!
¡Que se derrumben los pilares del cielo!
¡Que estallen los volcanes,
Iniciando con su fuego la guerra!

¡El coloso ha despertado!
El anciano dormido se sacudió la nieve,
El polvo, y los sueños de encima,
Rejuvenecido por la más ardiente de las sangres.

Esa mujer no tendrá escondite,
Ni perdón ni olvido.
No podrá salvarse de la mirada de granito
Del gigante enfurecido.

Y cuando yazca muerta,
Olvidada entre las flores negras,
¿Qué será del triste titán?

¿Gritará triunfante?
¿O caerá sin vida,
Presa de la soledad?


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

domingo, 8 de diciembre de 2013

Viento de Diciembre

Sopla un viento por mi ventana,
Y siento mi corazón como un volantín.
Frágil, ligeramente, me elevo,
Me mecen los sueños,
Me llevan las brisas y el sol
Lejos, más allá de las nubes.

Los minutos son como años en silencio,
Son misterio, son secreto, son estrellas.
La persona con la llave no quiere aparecer,
Y la puerta se niega a permanecer cerrada.
El recuerdo de su voz, la luz de sus ojos,
Es el viento que sopla en mi ventana.

Muero de amor, vivo de amor.
El amor me hace sentir como un papel al viento.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

domingo, 1 de diciembre de 2013

Las ventanas del alma

Conocí a una mujer,
De esas que son más que sólo una mujer.
Tenía una mirada evocativa y sabia,
Llena de ilusiones, tristeza y calor.

Sus ojos eran dos farolas de mercurio,
Perlas incendiadas que crepitaron
Con dulzura envuelta en pasión,
Con el fuego de la alquimia estelar.

¡Cuántos sueños y quimeras!
¡Cuánta maravilla y secreto!
¡Dichoso por haberme perdido
En el encanto de su mirada!

El propósito de mi vida,
Aquél que una vez olvidé;
Lo encontré en sus ojos,
En su alma infinita.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

jueves, 21 de noviembre de 2013

Carta

Hoy no he querido hacer un poema, es más bien un mensaje, una sincerización, un agradecimiento.

A mis queridos amigos y amigas. A mis padres, a mi hermano (a quien amo con todo mi corazón). A mis primos adorados, a mis tíos, a mis abuelas que adoro y tengo tan abandonadas, y a mis abuelos, que ya no están conmigo.

Les quiero contar que tengo una forma de depresión llamada distimia, que es básicamente un trastorno del ánimo casi crónico similar a la depresión, que si bien no es tan grave como una depresión de verdad, ha estado conmigo desde que tengo consciencia de mí mismo.

La distimia es sólo un nombre, una categoría. Siempre he sido el mismo. Pero con decirles esto, quiero contarles sobre los problemas que me aquejan, del dolor que siento muy en lo hondo: Tengo todo lo que cualquiera podría desear para ser feliz, pero yo mismo no soy capaz de dejarme ser feliz. Tengo un sentimiento gigante de culpabilidad y de pena, tristeza, dolor, angustia y miedo, sin tener un motivo real para tenerlos. Cada pequeña cosa que pasa al rededor mío me hace sentir terriblemente culpable, y aprovecho cada posibilidad que tengo para hacerme sufrir, para aplastarme, para destruirme dentro de mi propia cabeza. Siento que no merezco ser feliz, que no merezco el cariño que todos me entregan día a día, y más aún, siento que me corresponde sufrir, y que merezco todo el dolor del mundo.

A los que me conozcan bien, sabrán que me es muy difícil enojarme. Esto es porque todo el enojo, toda la rabia y toda la frustración la dirijo hacia mí mismo para no hacerle daño a ustedes. El Felipe alegre que ven todos los días es una especie de máscara que creo con mucho esfuerzo, porque nunca los he querido ver tristes con mi tristeza, y nunca he querido que se preocupen por mí.

Sin embargo, no he venido aquí a decirles esto y que sientan pena por mí, o a que digan "pobrecito". Yo he venidos a decirle la verdad, a decirles quién soy yo, qué pienso y qué siento, porque ustedes se lo merecen, porque merecen saber de verdad quién soy. Yo quiero darles a todos las gracias, desde lo más profundo de mi corazón, porque me han enseñado todos, a su manera, de la alegría de vivir, del gozo que hay en amarlos a todos y cada uno de ustedes.

A mis amigos, les doy las gracias por aceptarme tal como soy, con mis defectos y con mi tristeza, especialmente a los que ya saben que para mi no es fácil lo que estoy viviendo. Estar a su lado día a día me hace fuerte, me dan energía para seguir adelante, me dan una esperanza y un deseo de ser mejor para ustedes. Mención honrosa para Pato Cancino: Patito, tu eres de las pocas personas que hace que me olvide por completo de mi dolor, eres capaz de romper con mis pensamientos autodestructivos y dejar que aflore el cariño, la amistad y la alegría de manera real, espontánea y dulce. Mención honrosa para Javier Carrasco. Javier, querido hermano, compartimos un lazo psíquico especial, una especie de conexión casi espiritual que nos mantiene siempre en la misma frecuencia. Yo te he acompañado en tu dolor, y tú en el mio. Te he visto crecer, te he visto madurar, y estoy muy orgulloso de tenerte conmigo, y de poder contar contigo siempre. Nuestras locuras durarán por siempre, mi querido alquimista. Por último, también quiero darle las gracias de manera especial a Beatriz Garretón. Bea, negrita, tu fuiste la que me dio el valor necesario para andar por el camino que me había resignado de andar. Me escuchaste, y me diste ese empujoncito que necesitaba para reconocer mi problema, y enfrentarlo con valentía y esfuerzo. Gracias pavita.

A mis papás, les doy las gracias por amarme desde que estuve en la guatita de mi mamá. Siempre estuvieron presentes para todo lo que yo necesitara, me dieron el cariño, el calor y los valores que me guiaron a ser siempre un hombre que busca amar y perdonar a todos, a ser un hombre de excelencia en el amor y el cariño. Papá, mi Chicho querido, eres lo mejor que podría haber pedido como papá. Siempre preocupado, siempre atento, siempre dispuesto a mejorar por mí, a entenderme, a darme mi tiempo y mi espacio en este proceso difícil, en este duro camino. Me aceptaste cuan frágil soy, y a tu manera, a veces dura, pero siempre sincera y llena de buenos sentimientos, me quisiste, me dijiste que todo estaría bien, y no dejaste de quererme nunca. Te amo papá. Mamacha, eres muy sabia. Siempre tienes tus antenitas bien atentas para ver cuándo necesito de tu abrazo, de tu cariño, de tus palabras dedicadas, de tus conversaciones llenas de amor. Sé que tienes miedo, y que para ti es tan difícil como para mi el proceso que estoy enfrentando, pero tu me criaste siempre con fe y con cariño, y no has dejado de hacerlo nunca. Me diste las alas para poder volar, para poder amar, para poder escribirte hoy estas palabras. Siempre te haces un espacio en tu ajetreado día para ver cómo estoy, siempre me tienes presente en el pensamiento y en el corazón, y eres una madre hermosa. Te amo mamá.

A mi hermano, Cristobal. No sé si lo sabes, o si te lo he dicho ya, mi memoria no es la mejor, pero no tienes idea de lo importante que eres para mí. Siempre te he admirado, y siempre te he querido para bien. Eres una persona brillante, con un corazón hermoso y con una capacidad para hacerme reír incluso en el día más gris. Con sólo tenerte cerca, la tristeza se aleja. Cuando no estás en la casa, no puedo evitar sentirme triste y sólo. Tu presencia me da paz y me da tranquilidad. Tienes una cualidad casi mágica para hacerme sentir importante y valioso, cosa que no muchos logran. A veces siento que sabes exactamente lo que me está pasando, aunque no conversemos del tema, y me da un poco de pena pensar que me tengas tan cerca, pero no sepas bien como ayudarme a veces. Pero quiero decirte que con tratarme siempre como tu hermano, con tus bromas, tus chistes, tus pesadeces, tus rabietas, tu risa, tu felicidad y tu corazón puro y sincero me hacen muy muy dichoso. Cris, te amo mucho. En verdad eres todo mi mundo.

A mis primos y tíos, a mis abuelitas. ¡He compartido tantas cosas con ustedes! Somos secos para el leseo, para compartir, para disfrutar todos juntos, para querernos y para aceptarnos. Somos un grupo muy diverso, y entre ustedes, me he sentido integrado, me siento uno más, ¡y no de una manera negativa! Siento que encajo, que soy una pieza importante de nuestro rompecabezas familiar. Quizás no compartamos tantas cosas privadas, ni secretos ni dolores. Pero yo he querido dar este paso, porque merecen saberlo. No quiero que sean "cuidadosos" conmigo. Sigo siendo el mismo, sigo siendo yo, y por el cariño incondicional que nos caracteriza como familia es que he querido abrirme ante ustedes, y mostrarme como soy. Siempre espero con ansias los cumpleaños, fiestas patrias, navidades, años nuevos, porque es la excusa perfecta para pasar una tarde perfecta con todos ustedes.

Quiero darles a todos, y a muchos más que no he mencionado, las gracias. Ustedes hacen de mi mundo un lugar mejor, son las estrellas en mis noches de oscuridad, y son el sol que ilumina mi camino. Cuando estoy con ustedes, la pena se aleja, y eso es el favor más grande por el cual estoy más agradecido. Los amo con todo mi corazón.

Felipe Guzmán Bejarano

lunes, 11 de noviembre de 2013

La pequeña maldición del amanecer diário

Un cigarro con aroma a silencio,
Y el amanecer triste en mi ventana.
Las sábanas deshechas,
Las cortinas a medio abrir,
Y en la almohada pintan
Mis lágrimas la soledad.

El café amargo,
El pan caliente.
El asiento junto a mí vacío,
La llovizna golpeteando en mi alma.

Me ducho, me visto,
Me peino, me afeito y lavo la cara.
Salgo a la calle y el viento
Susurra tu nombre a lo lejos.

Sin ti, los días se suceden
Iguales unos a otros.
En tu ausencia, las noches
Ya no son noches, sólo sombras
Sin figura ni fondo,
Sin sentido ni dirección,
Sin luna ni estrellas ni sueño feliz.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

domingo, 27 de octubre de 2013

De la falta de Tiempo

Encontré esto que escribí hace unos años.

Erase una vez que mi mundo estabainun dado, los perros nocomían y los viejosno morían, porque querían hacer otras cosas de provecho consusvi das. Los niños nonací an yla nochedura ba másquel día. Cuando fui aver aun amigo, este seque dóconmigo, pero a las 3 de lamaña na no quería dormir, no quería dormir y seque dóconmigo, para no gastar la vida. Otro día se me ocurrió mirarmi reloj, y este se hallaba roto, descom puesto ya ñejado: ¡El tiempo lo había explotado! Y pensé que así como conlosár boles y la tierra, el ganado y los o cea nos, el hombre ha bialar gado tanto el tiempo, que ya noquedabaniunminutopara nadie. La luz siempre estaba encendida, y lasmira das se hallaban perdidas. Los jardines parecían selvas ynilos edificios se asomaban por entre la mal ezaolvi dada.

Y Colorín colorado…

(Terminen ustedes la frase, no tengo tiempopa raseguir escri biendo).

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

Domingo

Día de muerte, día de soledad.
Decepción, desgano, cansancio,
Verano que se acaba,
Invierno por llegar.

Sombra, silencio,
Noche sin luna,
Demonio oculto en la mirada.
Puñal clavado en la espesura.

Un atardecer,
Todo se acaba.

Y tú tan lejos,
Tan tristemente mía,
Tan tristemente perdida,
Tan lejos que te fuiste niña.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

jueves, 10 de octubre de 2013

Ser poeta

Ser poeta no es sólo escribir en verso.
Es una forma de vida, es una forma de ver,
Es llorar cuando llueve y reír con el sol,
Es cantar cuando sopla el viento
Y sangrar con el otoño.

Poeta es el que muere un poco
Cada vez que atardece.
Poeta aquel que nace de nuevo
Cada vez que brilla una estrella.

Yo decidí amar,
Por ende, decidí escribir.
Dolor, soledad,
Silencio y muerte.
Belleza en sus formas más terribles,
En su expresión más amarga.

Tengo un corazón cargado con piedras,
Con arena y mar,
Con nube y nieve
Y ninfa y nocturnidad.
Naturaleza y niñez.

No puedo abandonar
Los corazones nobles
De tanto animal y árbol.

Ah, sueño,
Ansia,
Deseo,
Infinitud.

Yo decidí alabar
Lo terrible y lo hermoso,
Lo humano y lo salvaje.

Yo decidí amar.
Por ende, soy poeta.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

lunes, 7 de octubre de 2013

Es ella

Mi pasado
Mi presente
Mi porvenir
Es ella

La sombra
La tormenta
El ruido
El fuego y el hielo

La muerte
El dolor
Y la soledad
Que están encerradas en mi corazón

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

jueves, 26 de septiembre de 2013

¡Brasil do Meu Amor!

¡Ah, los Brasileños!
¡Ese pueblo musical, Hermanos de las olas,
Los Amantes del Sol del Atlántico!
¡Hijos de Corcel Salvaje y de la Samba!
¡Gente indomable
De sonrisa amplia y Alegría Inigualable!

¡Ah, la Tierra de Brasil!
¡La Madre de mi Brasil!
¡Patrona del Verde y el Festejo,
De la Luna y el Verano Eterno!
¡Tierra de Ensueño,
Tierra  de Maravillas y Dioses!

¡Ah, lo que daría por nacer Brasileño...!

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

sábado, 14 de septiembre de 2013

Canción de Invierno

La montaña es más negra de noche que de día, porque en esas horas tardías te recuerda en vela y en trasnoche: Con esta tristeza de invierno, con esa mirada de frío, con esos labios de escarcha, con ese resotro vacío. 
¿Qué se hace entonces entre tanta oscuridad? ¿Qué se puede hacer si es que el sueño es soledad? Cuando tus manos están lejos y en mi mente tu voz no puedo callar, no queda otra opción, no puedo hacer más que llorar.
Ese llanto es el viento, mi sollozo es el río que baja desde lo alto. Mis lágrimas son las nubes que con llover inician mi canto. Si tu sombra me pesa en el alma y tu nombre en lo hondo me aterra, entonces sabré que ha llegado la nieve a esta tierra.




Autor: Felipe Guzmán Bejarano

martes, 27 de agosto de 2013

Interrogante Amargada.

¿Dónde quedo yo cuando se rompe el paradigma?
¿Era una prueba?
 ¿Un experimento?
¿Dónde quedé yo cuando terminó todo?
 Me pregunto.
 Me pregunto si será en tus sueños.
 Me pregunto si será en tus ojos.
Era como la palabra que sale de tu boca,
Que queda en el recuerdo para siempre,
Por ser palabra y vida,
Pero abandona el cuerpo a penas el nuevo aire roza tus labios.
Quizás me convertí en tiempo,
La pausa en el momento que quedaba cuando me mirabas,
La tensión irrompible de un alma embellecida,
El segundo en que tu te preguntabas si era de verdad
Y yo me preguntaba si sería para siempre.
Quizás en verdad fue el suspiro,
No más palabra sino corriente,
Que emana del cuerpo exaltado,
Emoción que abandona las caricias
Y se convierte en viva memoria de la intimidad
¿Dónde quedo yo?
Sin encontrarme contigo en el espacio,
Pero siempre amarrado a tu espíritu en el tiempo.
Memorias,
Memorias y más memorias.
¿Fotografías?
Daguerrotipos de toda una vida,
Lo que fue y lo que pudo ser,

Quizás en otro tiempo.

-Benjamin.

Me gustan las mujeres

Me gustan las mujeres, no lo puedo evitar.
Me gustan las que tienen el pelo largo, como una cascada de color que baña sus hermosos rostros. Suelo pasar horas soñando despierto mientras las admiro, imaginando la maravillosa tarea de ser un pintor, intentando retratar cada fina hebra y cada dulce mechón. Para mi sería imposible crear algo tan perfecto como el pelo de una mujer.
Me gustan las mujeres de pelo corto también. No lo puedo evitar.
Me gustan altas como árboles, con una sombra agradable para capear el sol del verano, en donde pueda recostarme para que el viento me acaricie con suavidad mientras silbo una tonada, leo un buen libro, o simplemente duermo soñando.
Me gustan las mujeres bajas también. No lo puedo evitar.
Me gustan las que son soñadoras e idealistas. Poder fundir nuestras imaginaciones en fantasías y aventuras, en romances de película o en futuros alentadores es lo mejor de ellas. Saber que siempre tendrán una historia que contar es reconfortante.
Me gustan las mujeres realistas también. No lo puedo evitar.
Me gustan las que son melancólicas y tristes, porque comprendo su dolor y su soledad. Es difícil superar el pasado, y soltar las cosas que una vez uno amó es, para mi como para ellas, inhumano. Hay cierto gusto en la pena que sólo nosotros hemos entendido.
Me gustan las mujeres que son alegres también. No lo puedo evitar.
Pero de todas las mujeres, las que más me gustan son las leales y las sinceras. Ellas son las verdaderas estrellas de las constelaciones, son las lunas por las que uno suspira, y son las mujeres que uno añora cuando no están.
Me gustan las mujeres leales y sinceras. Me gustan demasiado, no lo puedo evitar.



Autor: Felipe Guzmán Bejarano.

La vida según la veo yo

A mi me enseñaron que la vida era una lucha, y que para ser feliz uno tenía que ser un buen luchador.
Nunca me gustó que me dijeran eso: una lucha, así como una competencia, una carrera, etc., implica que tiene que haber un vencendor y un vencido.
A mi nunca me gustó la idea de tener que pisar los sueños de otros para poder ser feliz.
Pero al parecer mucha gente piensa de este modo, y no dudarían en aplastarme si tuvieran la oportunidad.
Es por eso, que prefiero pensar en la vida como una caminata.
Todos tienen sus propios caminos, cada uno apunta a metas distintas, pero mientras compartas tu camino con alguien más, sean amigos, sean amores, nunca estarás solo.
Caminar hacia un horizonte brillante es como debería ser la vida.
También me gusta pensar que la vida es como un gran baile.
Uno puede tropezar y caerse (al igual que cuando se lucha o cuando se camina), pero uno siempre estará rodeado de gente feliz que lo ayudará a reincorporarse al baile y a recuperar el ritmo.
Si la vida fuera una gran fiesta, estaría llena de recuerdos alegres y de risas, de amigos y de música.
Es por eso que disfruto tanto de la compañía, porque hacen de mi camino algo más cómodo, de mis bailes algo más dulces, y de mis fiestas algo más divertidas.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

lunes, 12 de agosto de 2013

Jorge Julio

Viniste una tarde
Pidiendo limosna
Con un S.O.S.
Gritando en los ojos
Con una tristeza
Ahogada en el alma.

Ellos, no sé quiénes
Te quemaron las piernas
Te cortaron el rostro
Te cerraron las puertas
Y se llevaron tu vida.

Te dí unas monedas
Te abracé y te fuiste
Arrastrando tu sombra
Sin saber que
Desde lejos
Yo me iba contigo.





















Autor: Felipe Guzmán Bejarano.

domingo, 14 de julio de 2013

Los años tristes

Todas las noches, antes de irse a dormir, Felipe recordaba a Sofía como fuera ésta años atrás: Una joven fuerte y valiente, de pecas marcadas a fuego en su tez de cristal y papel de novela. Habían pasado dos décadas ya desde que la despidió a la salida de su casa, entre los árboles que adornaban ese recuerdo tan triste. "Quiero descubrir el mundo, padre" le había dicho, antes de desaparecer de su vida.
Isabel, la esposa de Felipe, jamás se recuperó del vacío que la partida de Sofía dejó tras de sí. Se pasaba tardes enteras escribiendo cartas en la biblioteca de la casa, las cuales siempre sellaba con mucho cuidado, anotando la fecha de cada una en la esquina superior izquierda, esperando el día en que Sofía regresara y fuera capaz de leerlas. Isabel llevaba años poniendo en la mesa tres platos, con sus cubiertos correspondientes, pese a que vivía sola con su marido. Felipe prefería ignorar este hecho, hablar de su hija era tabú.
Sofía era la herida más dolorosa en la memoria de ambos, junto con la muerte de Miguel, el primogénito de la pareja. Felipe podía hablar con Isabel sobre Miguel, de cierta forma pudieron superar la tragedia gracias a la presencia de su hermana menor. Pero sobre Sofía, las cosas eran distintas: su nombre nunca más fue mencionado; corrieron las cortinas de su pieza y ésta quedó cerrada bajo llave, nadie volvió a entrar en ella, ni a ver su interior; desaparecieron sus fotos entre las cenizas de la chimenea, excepto por una que Felipe guardó siempre dentro del estuche de su violín, la cual se salvó de la inquisición. Al igual que su marido, Isabel escondió dentro del estuche de su corazón una emoción que la consumiría hasta devorar el último trazo de color en su cabellera castaña.
La mesa con tres platos era la única forma que tenía la pareja de mantener vivo el lazo que los unía en medio de la soledad de la gran casa: era la promesa de no olvidar jamás, con la conveniencia de poder olvidarlo en el curso de la cotidianidad.
Tanto Felipe como Isabel eran de vidas rutinarias. Podían pasar meses enteros siguiendo pautas llenas de actos vacíos y sin sentido, sin sentir apenas el paso del tiempo. Felipe estudiaba mapas antiguos, leía libros en ruso y compraba todos los miércoles carne en el mercado; paseaba por los extensos jardines de su casa, "La boscosa", se sentaba a conversar con las estatuas que se esparcían por su hogar. Isabel cocinaba y lavaba la ropa, planchaba y limpiaba los innumerables escondrijos de la casa; escribía cartas sin destinatario ni remitente, tejía en la cama a la luz de una vela. A Felipe lo movía el amor hacia cada pequeña cosa que había por esta tierra. Podía soportar la rutina bien, porque mientras pudiera asombrarse del viento costero y de las luciérnagas, sería capaz de distraerse del peso en sus ojeras y del fantasma de Sofía. Por su parte, a Isabel la movía una ansiedad terrible Despertaba siempre con el estómago comprimido contra sus costillas y necesitaba ordenar las cosas para aligerar su pecho destrozado; escribía las cartas como otra forma de desahogarse.
La pareja no conversaba, habían aprendido a comunicarse telepáticamente desde el día en que se conocieron, y desde que vivían solos perdieron toda capacidad de pronunciar palabra alguna. Felipe sabía de la pesadilla que habitaba en el corazón de Isabel, pero mientras ella no fuera capaz de aplacar la muerte que rondaba sus pensamientos, él no podría hacer mucho para ayudarla. Felipe era un hombre de costumbres, y nunca se le pasó por la cabeza salir con su señora fuera de "La boscosa", que parecía más un ataúd amarillo antes que una casa. Para él, la novedad no existía más que en su eterno descubrir de los colores de los árboles al atardecer.
Isabel murió un día, cuando el último mechón de su pelo encaneció. Ella había sentido esa mañana un galopar a lo lejos, y supo que su hora estaba cerca. Bajó a la biblioteca enfundada en su camisón de dormir celeste, tomó todas las cartas que había escrito, y las colocó dentro de un baúl, el cual fue bautizado con tinta en la punta de su dedo como "S". Una vez hecho esto, Isabel se desnudó. Caminó en dirección a la estatua del pequeño serafín que reposaba sobre la tumba de Miguel, y se sentó con los ojos cerrados. Pensó en su hija y en cuanto deseaba verla una última vez. En sus recuerdos, el rostro de Sofía se le apareció, y como si repentinamente hubiera alcanzado la iluminación, sintió su espíritu hervir de vitalidad, volando más allá del sol del mediodía, hacia un astro más brillante y más dorado, capaz de purificar el tiempo y el espacio mismo en que ella había vivido.
Fue en ese éxtasis, que Isabel dio su último suspiro.
Felipe supo al instante lo que sucedía, y alcanzó a ver por la ventana del segundo piso cómo su esposa desaparecía de este mundo para dejar tras de sí una rosa a los pies del ángel de mármol.



Autor: Felipe Guzmán Bejarano

Hay días en que estamos muertos todos

Formo parte de la generación del insomnio, los hijos bastardos de las fechas de entrega y las pitadas de cigarro a medianoche. Somos los herederos de ciudades vacías y polvo acumulado, de autos sin patente pagada y de corazones aplastados. Somos la voz de los oprimidos por sus propias cabezas, los procesados, los bajos en sodio y de acero inoxidable, pero es mentira, sabemos que los sueños sí se oxidan. Portamos la esperanza infraguable, el ideal inimaginable y el deseo irrefrenable, pero los golpes del tiempo han hecho mella en las intenciones y en la cordura de mis hermanos. Somos los estandartes de la justicia y de las causas perdidas, pero los ancestros nos dejaron tan vieja armadura, tan rota espada, que no somos capaces de cabalgar en nombre de lo verdadero. El maltrato infantil moldeó nuestra mente, la exigencia brutal forjó nuestras almas cabizbajas. La sordera es nuestra maldición, pero no somos ciegos al dolor, no somos insensibles al amor, y gustos tenemos muchos. 

En nombre de mi era, pido perdón a los abandonados, a los infectados de pobreza de espíritu, a los que viven detrás de máscaras sonrientes, a los desechados por el modelo económico imperante, a los descartados por el egoísmo, a los niños y niñas violados por sacerdotes y a los eternos fantasmas que deambulan entre nosotros; a todos ustedes, les pido perdón en nombre de mis hermanos, que nuestras vidas penden del mismo hilo que el de ustedes, o eso decimos para no darnos la lata de ayudar.

Alguna vez hubo personas en esta tierra. Hoy solo quedamos esqueletos embutidos en instituciones, los cadáveres siniestros de millones de potencias cuyos actos fueron apagados.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

Sed - Capítulo 2

Laura emitía un ahogado grito mientras se desangraba tras la imagen de Jaime, que se alejaba trasando su camino con el humo de su cigarrillo. Recorrió los pasillos de la facultad mientras sus zapatillas dejaban con cada paso una huella ensangrentada.
El tabaco se consumió por completo, los dedos largos y huesudos de Jaime con sus tatuajes en los nudillos, FUCK, una letra en cada dedo, tomaron el filtro y de manera agresiva arrojaron el difunto cigarro al piso para darle el tiro de gracia, una patada para sofocar para siempre tal placentera llama. "Mierda!" grita Jaime en su interior, al notar la estela de sangre que ha trazado en su ruta y corriendo se dirige al baño. La puerta del baño se cierra de un golpe a lo que Jaime toma desesperado el papel para limpiar la suela de sus zapatillas mientras murmura "maldita perra de mierda, eran nuevas" y enceguecido por la ira y paranoia frota con mas euforia buscando borrar toda evidencia que lo relacione con su mas reciente victima.
De la cabina del medio un espantado espectador mira este espectáculo con la puerta entreabierta y contiene la respiración mientras el pánico lo consume.

Autor: Fernando Hormazabal B.

lunes, 1 de julio de 2013

La pena grande

Yo tengo una pena grande
Que es una sombra dentro de mí.
Partió como una semilla
En aquel día en que nací.
Creció conmigo hasta ser
El árbol más triste de mi jardín,
El cielo más frío tras mi perfil,
La noche de mi diario morir.
Tengo una pena grande.
Hasta nunca, fin.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

domingo, 23 de junio de 2013

La Moneda

Estaba aburrido, el día era soleado pero no hacía calor, y la calle estaba llena de gente yendo rumbo al destino que la rutina les dictaba. “Este es un buen momento para probar” me dije, y después lancé la moneda. Cara. En seguida empezó a llover torrencialmente, nadie estaba preparado, nadie tenía paraguas y se empezaron a empapar, mientras que yo estaba feliz mojándome. El día había pasado de ser monótono a ser más interesante. Me divertía ver como parte de la gente se extrañaba por el repentino cambio de clima e intentaba buscar refugio bajo algún techo o edificio, mientras que la otra parte (la cual era la minoría) disfrutaba como yo la lluvia y en sus caras se dibujaba una sonrisa reluciente.
No sabía cuánto tiempo llovería, simplemente pensé en que quería que lloviera, y pasó, así que probablemente iba a durar unos minutos o algunos meses, todo es cosa de azar. Seguí mi rumbo hacia la fiesta, eran las 9 de la noche y pronto empezaría. Llegué y como siempre pasa, las mujeres estaban a un lado y los hombres al otro, era hora de que empezara la fiesta, así que tiré la moneda. Cara. Todos empezaron a bailar, hombres con mujeres, mujeres con mujeres e incluso hombres con hombres. Se notaba que todos estaban felices, así que decidí bailar yo también, pero el problema es que nadie estaba solo aparte de mí, todos bailaban con alguien, nadie solo. Me empecé a frustrar y lo único que quería era que pararan de bailar para que yo pudiese bailar con alguien, pero nadie lo hacía. Quería que me prestaran atención, así que lancé la moneda al aire sin pensar. Sello. “Fack”. Sabía lo que iba a pasar, nadie me pescaría, nadie notaría mi presencia, y me frustre aún más. Intentaba hablar con las personas, las empujaba, les pegaba, les gritaba, nada. Nadie se percataba de que había una persona ahí, intentando hablarles. Tiré la moneda al suelo de pura rabia, y me di cuenta que había cometido el peor error de mi vida.

Salió disparada, rebotando, y la perdí de vista. Corrí para alcanzarla, la busque por todas partes, pero no encontraba la pequeña moneda de 10 pesos. Empecé a llorar desconsoladamente, sin la moneda, iba pasar desapercibido para todos por el resto de mi vida, ya no tenía nada que hacer. Pero de pronto una mano se tendió enfrente de mí y me dijo “parece que esta moneda se te cayó”.

Autor: Gazzup

sábado, 22 de junio de 2013

Cachito de Sur

Tengo en mi ventana escondido un cachito de Sur. Si te asomas a buscarlo, verás los pinos mágicos junto a la chimenea humeante con su vapor musical. El viento se revela y las tórtolas alzan vuelo pintando estrellas en la imaginación. Desde mi ventana puedes ver un rincón de las regiones australes, con sus generosas lluvias que alimentan los sueños, con sus ríos silenciosos y nieves de maravilla. La negra cordillera corona a los alerces y araucarias, mientras el canelo aroma cada recoveco de tierra virgen. Los colores de las amapolas estallan junto a los chincoles, y el queltehue solitario invoca una plegaria dulce. El lago y el glaciar se dejan acariciar por el reflejo de la luna, mientras en el horno se cuece el pan amasado y la longaniza. La luna canta en mapudungun y el Caleuche aflora en el horizonte. Un Camahueto nace bajo un cerro, y Brujos y Machis se pelean por atraparlo. El mar se mece con suavidad entre los palafitos de mi ventana, y mi tesoro secreto es este cachito de Sur, que hoy comparto contigo.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

viernes, 14 de junio de 2013

Sed


Jaime se acerco a la petrificada Laura, quien ante el impacto solo pudo alzar su mano a gesto de un tembloroso saludo. El sin siquiera saludarla mirándola siempre fijamente a los ojos la toma de las caderas y le da un apasionado beso. Ella en forma casi refleja ante el tan anhelado encuentro expresa su deseo mordiéndole a Jaime su labio inferior. Este comenzó a respirar cada vez mas aceleradamente en un síntoma casi infartante. 

Jaime da un instante de respirar nuevamente a Laura, toma su mano y le ordena que lo siga, a lo ella responde con sumisión ante la lujuria que la envuelve. 
Jaime la lleva al gimnasio de la universidad, en el trayecto ni una sola palabra. Vuelve a besarla en el despoblado escenario y sin previo aviso introduce su mano en el pantalón de ella, siente como sus dedos comienzan a inundarse en su esencia. Con sus dedos explora entre las piernas de Laura llevándola a estados inefables de placer mientras besa su cuello. Ella le respira en el hombro de manera acelerada y le susurra al oído que lo ama con su voz entrecortada. Los ojos de Jaime se tornan lentamente blancos, vacíos e inexpresivos acompañados por una sadista sonrisa en la cual se pueden apreciar sus afilados colmillos. Laura casi no pausa entre cada suspiro e inmersa en un clímax de placer emite un ahogado grito, Jaime salvajemente muerde su cuello y el grito de Laura pierde toda oxigenación cuando este con sus colmillos perfora su traquea. Borbotones de sangre fluyen a alta velocidad de su cuello. Ella se desmaya ante el desangramiento en los brazos de Jaime, quien el la besa por ultima vez tiñendo sus labios de rojo y se marcha sin despedirse luego de saciar su sed, abandonando un convulsionante y agonizante cuerpo en el piso de la cancha de basquetball del gimnasio, ahora bañado de sangre. Yo no te amo dice Jaime, enciende un cigarrillo y abandona lentamente el gimnasio.

Autor: Fernando Hormazabal Bello

¡Ni a balazos!

Si la vida es trabajar
Hasta moler los huesos,
Codiciar hasta pudrir el alma,
Y odiar hasta borrar los rostros;
Si la vida es una canción triste
Y dolorosa como la misma muerte,
Entonces me alegra decir
Que no tengo dedos para el piano,
¡Y que no tocaré esta melodía
Ni aunque me apunten con cañones!

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

miércoles, 12 de junio de 2013

La resolución adolorida.

Hay algunos sentimientos que no estoy seguro de como existen. Nacen de la experiencia, pero se mantienen vivos gracias al recuerdo. Creo que por eso todavía te amo. Esa experiencia contigo fue tan fuerte que se quedó incrustada en mí para siempre. Estoy convencido de que para mí hay una persona en este mundo y esa persona eras tú. Si es que lo poco que tuvimos fue todo el amor que estaba destinado a experimentar en mi vida, entonces supongo que debo estar agradecido de que me diste ese poco ¿o no? No estaba en mi derecho pedirte más, me hubiera gustado, pero no soy quien para hacer ese tipo de demandas. Tendré que conformarme con los recuerdos y las sensaciones que en mi ellos evocan. Sinceramente espero que encuentres a alguien y seas feliz.

Autor: Benjamín Cruz

domingo, 9 de junio de 2013

Sin título IV

Amigo mío
Déjame darte un consejo
Nunca vayas a un cementerio
Después de almorzar
Sentir tu estómago lleno
Junto a tu vacío corazón
Te inducirá a vomitar las penas
Y a llorar toda la comida

Que melancolía más grande
El contraste que produce
La ausencia de tu amada
Y la nutrición engañosa
Ah tristeza azul
Oh dolor oscuro
El mar te abandonó
Dejando un silencio puro

Ya no más queda esperar
Si a esperar no más
Que las muchachas terminen
De bordar el nombre de ella
En cada palabra
En cada cadera
En las miradas escondidas
Que te arrojan sin querer

Cerremos la puerta entonces
Dejemos sin título el poema
Cantemos una canción de cuna
Para quedarnos dormidos
Para no pensar en ella
Para no extrañarla
Y para pensar
Que sigue con nosotros

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

viernes, 24 de mayo de 2013

El Borracho

Entra a la habitación sigilosamente, mientras ella espera en la cama fría, son casi las dos, finge dormir. Él la besa, trae ese olor, de nuevo ese olor, cómo lo odia. -Mientras se desviste para dormir entona una canción que habla de amores y promesas. Ella le oye, lagrimas ruedan por sus mejillas al recordar cuando eran jóvenes llenos de proyectos y esperanzas, cuando él le bajaba las estrellas y entre besos le prometía que jamas volvería a beber que cambiaría por ella y por el amor eterno que le juraba. -Él se incorpora al lecho que alguna vez fue el nido de su pasión, ahora, en cambio no es más que testigo de largas noches en vela, de llantos, de peleas, y angustia de no saber donde esta y que pasará a su regreso, llegará feliz o llegará agresivo como muchas veces sucede, como puede un simple brebaje convertir a un hombre tierno, decente y caballero en una bestia en un mamarracho, cuantas veces se lo ha preguntado sin conseguir respuesta alguna, como quisiera tener el poder de quitarle aquél vicio, el mismo que le arrancó al hombre del cual se enamoró.

Autora: Eva

miércoles, 22 de mayo de 2013

Rabo de Nube

Me falta un poco de Neruda para poder encontrar la palabra ideal, aquella palabra que fue esculpida para nombrar el objeto, para dar cuenta del sentimiento; para cantar con monotonía la dulzura de las formas y el milagro del pan recién horneado. Me hace falta su frente despejada, sus pipas y boinas, para poder recibir al amigo con el rostro pensativo y la sonrisa presta a aparecerse. Si tan solo supiese callarme un poco para que el mundo se abriese ante mí en cada girón de viento, en cada brizna de pasto, en el sol chispeante de las mañanas, en el sol eterno de un atardecer de cinco minutos; si tan solo pudiese apreciar el valor absoluto del papel blanco al dejar la escritura.


















Pero así como atisbo la grandeza de lo simple y lo vano de los tronos, el golpe de cada ola y el aleteo de cada ave se me ven lejanos: al alcance de mis dedos, pero inasibles, intangibles a mis palabras principiantes, increiblemente oníricos, como si fuesen rabos de nube que quisiera abrazar. Cada pequeño rabo de nube es un universo por si solo, y yo soy solo un hombre incapaz de recorrer a pié tantos kilómetros de maravilla.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

lunes, 13 de mayo de 2013

Sombra a las tres de la tarde

Hacía frío ese día. Las nubes cubrían el cielo con una capa grisácea y uniforme, y el viento recorría incesante los callejones de la ciudad, ahuyentando a todos quienes se atrevieran a abandonar sus casas.
Envuelta en la luz que tenuemente inundaba su habitación, Beatriz se colocó un cigarro en la boca y lo prendió con el encendedor que había comprado la semana anterior. Pronto se halló sumergida en una cortina de humo que ocultaba las heridas de sus muñecas y que no le permitía ver las farolas en la calle bajo su ventana. No dejaba de asombrarse por su falta de asombro ante la vida, su sumisión ante los golpes de su marido, su incapacidad para negarse a las torturas retorcidas y cotidianas de Román. Beatriz sentía repulsión hacia Román, pero mayor era la repulsión que se tenía a si misma.
Ella fumaba compulsivamente, comía poco, y solía vestirse sólo para tapar su piel magullada. Rara vez sonreía y miraba a las parejas que caminaban por la calle con una mezcla de desprecio y envidia. No soportaba ver cómo andaban alegremente por las veredas, menos aún los cortejos amorosos de esos hombres tan despiadados que solo buscaban una forma de destrozar la vida de esas mujeres, condenadas a la miseria del juego circular del engaño. Ella se lamentaba por todas ellas, porque no sabían de la soledad futura y se juraban dichosas. "Pobres ilusas" solía decir para sus adentros.
Beatriz buscó con la mirada la torre del reloj, un edificio que sobresalía por entre los techos mojados con un característico resplandor de ladrillo rojizo. Las tres de la tarde.
Se pasea con nerviosismo en torno a la mesa del comedor, se siente perseguida por el fantasma de sus recuerdos. "Oh, cómo insistes en joderme el día" masculla. "¡Oh, vete, solo quieres destruirme, romperme y quebrarme! ¡Vete!". Y obediente como siempre, el fantasma se retiraba a algún rincón oscuro de su mente, esperando por un momento de mayor debilidad. Beatriz continúa su paseo sin rumbo dentro de la casa, buscando alguna distracción, con tal de no reconocer ese deseo de escapar de Román, de gritarle a Román, de quemar, de matar a Román.
Cuando despertó de la sombra, desorientada, reconoció su casa en un estado lamentable, fragmentos de cristal y cerámica repartidos sin ton ni son por toda la habitación matrimonial. Beatriz empezó a limpiar, maldiciendo a regañadientes "puta madre" cada vez que sentía el tacto helado de lo que había sido un jarrón o un vaso. "Cada día quedan menos platos en esta casa, tendré que salir a comprar", se dijo a si misma. "Pero no hoy". No se atrevió entonces a salir de su casa, porque ella sabía que si salía en un día tan oscuro como ese, sabía, y lo sabía bien, no volvería.
Su mente divagaba entre el pensamiento mecánico de quien limpia los desastres de una familia resquebrajada y la demencia de los condenados a una muerte lenta y terrible. ¿Cuántos años llevaba ya de agonía? Beatriz no lo sabía, había perdido la cuenta después de las primeras golpizas y violaciones. "Ay, Román, mi dulce Román, ¿a donde te fuiste? ¿Por qué me dejaste con ese hombre sin piel ni nombre que insiste en que es Román? ¿Cuando volverás por mi?"
En el momento en que formuló esa pregunta, se pudo escuchar el sonido de unas llaves abriendo la puerta principal. Beatriz sintió una bala en su corazón y un eclipse en su pensamiento. Román había vuelto.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

miércoles, 8 de mayo de 2013

Caoba


Una alarma natural, a causa de los gritos coléricos de los habitantes de la vieja casona me despierta en la alteración del latido de mi corazón cansado de tanta sorpresa, de tanto pánico. Salgo de la cama y me cubro con una bata para no exaltar a las tías viejas, puritanas pero a la vez tan falocéntricas, que entre cahuines y cuchicheo desnudan a todos los asistentes a la gran mesa de la residencia. Se espantan, se calientan, sueñan con que una noche un residente, de los mas jovencitos, recién llegados de rincones desesperanzados de esta tierra, se metan en sus camas, y como perros salvajes se las culeen sin pedir permiso, sin saludar. Que las hagan sentirse deseadas, que les toquen las tetas hasta hacerlas sentirse mujeres, mujeres en su expresión prototípica, y no las viejas beatificadas y de aspecto asexuado e inhumano en que las han convertido los años, privándolas de su cabello, de su feminidad al dejar sus pechos ceder al grado de perder su aspecto protuberante que tantos años atrás las llenaba de pretendientes.
Bajé la escalera como descendiendo a un peor infierno dentro de pesadillas de Alighieri, el grito de hierro de aquella vieja tetera testigo de incontables infusiones y conversaciones mal intencionadas da un aspecto mas tétrico al infernal panorama matutino. Preparo Té negro que con su ardiente vapor hace arder mis ojos, me despierta con su dolor, como cientos de alfileres clavándose en mis pupilas y procuro a sentarme en esa inmensa mesa de madera, caoba.
La silla rechina en su alarido, dejo sobre la mesa la taza ardiente que quema mis dedos muertos, los despierta de su sueño criogénico causado por el frió de la gran casa.
La dueña ya esta vieja, carece de fuerza como para cargar leña, su enviudez la ha dejado sin un compañero respectivo para que la ayude en dicha tarea y con un rostro miserable, enormes ojeras bajo sus ojos, de una mujer que lloro demasiado para generar tal hinchazón, o tal vez no lo suficiente como para cargar bajo sus ojos la acumulación de lagrimas pendientes esperando una fecha importante. De negro tiñó sus vestidos, su bata, su camisón de dormir y probablemente hasta sus calzones que ocultan la reseca ausencia de un amante.
La señora Prudencia a pesar de sentarse a diario a desayunar con los inquilinos cada mañana, come poco, tal vez nada, nadie le ha prestado atención a tal detalle pues la ultima vez que le dirigió la palabra a cada quien fue el día de su llegada a la residencial. A quien a veces habla es a mi, aunque siempre en privado y en un base al susurro y cuchicheo, quien como una epifanía se dirige a mi de manera ocasional, cuando la situación lo requiere en su gravedad.
La miro de reojo desde mi asiento, ella sentada en la cabecera de la mesa como siempre, dando a entender quien es la dueña del lugar, quien impone su ley divina bajo las cuatro paredes de madera que poco impiden el paso de los vientos punzantes del invierno. Se nota inquieta, perturbada, con la mirada perdida y un rostro palidecido, algo la perturba, y sé que luego en la cocina, cuando me dirija a lavar mi taza, me lo mencionara al oído.
Autor: Fernando Hormazabal

jueves, 2 de mayo de 2013

Vo Eliundo

Quisiera poder hacerme bolita y rodar por las calles enlluviecidas,
Alejarme de las noches desmantelantes y de las luces envanecidas,
Sostener la mano de la amiga y llorar,
Sostener la mirada en la noche y cantar.
Quisiera soltar mi vida y llegar más allá del fin del mundo,
En donde tu voz me acunaría bajo un verso único: "Vo Eliundo"

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

lunes, 22 de abril de 2013

Recopilación de "Historias Erráticas de Gente Promedio, Harry Steinberg Dawson"

La historia de Harry está escrita en varios capítulos publicados el año pasado en este mismo blog, los cuales están sueltos dentro del mismo. Siempre he creído que ésta es una obra genial, me cautivó desde el principio, y me gustaría poder compartirla con la mayor cantidad de gente posible.

Los capítulos se encuentran en desorden a propósito, según la voluntad del autor, Benjamín Cruz. Por favor, léanlos en el orden en que los presento a continuación.

Capítulo 4: http://lavidanacedemi.blogspot.com/2012/06/historias-erraticas-de-gente.html
Capítulo 2: http://lavidanacedemi.blogspot.com/2012/06/harry-steinberg-dawson-pt2.html
Capítulo 5: http://lavidanacedemi.blogspot.com/2012/07/harry-steinberg-dawson-pt-5.html
Capítulo 3: http://lavidanacedemi.blogspot.com/2012/07/harry-steinberg-dawson-pt-3.html
Capítulo 1: http://lavidanacedemi.blogspot.com/2012/09/harry-steinberg-dawson-pt1.html
Capítulo 6 y final: Aún no ha sido publicado

Un saludo: Felipe Guzmán B.

domingo, 21 de abril de 2013

Soltar todo y largarse

Me dijiste que querías dejar de sentir, quitarte las cadenas del corazón y volar. 
Pero las estrellas están muy lejos de tus manos, y el invierno no abandona tu alma. 
Me hubiera gustado ayudarte, pero lo que mejor sé hacer es sentir.


Autor: Felipe Guzmán B.

domingo, 7 de abril de 2013

Una mancha de pintura en un cuadro muy grande

El viento bajaba por la calle, remeciendo los paraguas mojados y los árboles deshojados. El joven se había sentado en los escalones de entrada de un edificio antiguo, y miraba a los hombres y mujeres pasar con lentitud frente a él. Las nubes emitían un resplandor tenue y gris, mientras las gotas de lluvia se confundían con sus lágrimas. Se había sacado el abrigo, y el frío lo envolvía con una suavidad estremecedora. Nadie parecía percatarse de su presencia, y el se sentía como una mancha de pintura en un cuadro muy grande.
Los truenos empezaron a retumbar en los vidrios de la ciudad, y los corazones de todos en ella daban vuelcos con cada estruendo. Al sexto estallido de electricidad, el joven se levantó con fuerza y empezó a correr apresurado, mientras el granizo le perforaba la piel. Parecía que estaba persiguiendo un sueño que estaba por desvanecerse. Corrió por entre callejones y edificios en mal estado, veredas y calles de adoquines. Su cabeza estaba latiendo con señales de fiebre, y su corazón amenazaba con resquebrajarse. Era paradójico que alguien tan frágil y destrozado pudiese correr con tanta energía y vitalidad. Al cabo de unos minutos, se detuvo frente a una plaza vacía, y ahí pudo sentir esa soledad que habitaba en él. Pero un punto luminiscente se encendió en su mente cuando vio unas manos blancas sosteniendo un paraguas negro. Había una joven de pie, quieta, mirándolo fijamente desde el centro de la plaza. Él la reconoció, y las lágrimas y el dolor, el pesar dentro de su cuerpo se apagaron, como si el tiempo hubiera desaparecido. El joven le sonrió, y le extendió la mano. Ella dio media vuelta, y se alejó de él, mientras se adentraba en la niebla de Junio. Él todavía la recordaba, pero ella se había olvidado de el hace años.


Autor: Felipe Guzmán B.

sábado, 30 de marzo de 2013

Mariana

No había caminado mucho cuando ese escalofrío la invadió de nuevo. Era Clara, su abuela que había fallecido hace 13 años. Saludó como de costumbre y preguntó sobre cómo estaba la familia y cómo iban las cosas en la casa. Solía alargar las conversaciones durante una hora, preguntando por el padre de Mariana, hablando de su padre, suspiro y luego más preguntas sobre él. Mariana hacía esfuerzos inhumanos por mantener la paciencia durante sus charlas diarias, a veces no soportaba un minuto más y la encerraba en el armario durante horas, hasta que su papá la encontraba hablando sola mientras jugaba con tableros de mesa y acompañada de una pequeña linterna.
Luis creyó al principio que los accidentes del fantasma de su madre eran casuales, ocurrencias de ella, pero con el tiempo se fue repitiendo cada vez más, al punto que cada vez que llegaba del trabajo lo primero que hacía era revisar el armario en busca de su progenitora. Un día cuando descubrió en el acto a Mariana empujando a su abuela Clara junto al Monopoly, saltó hecho una fiera sobre su hija, gritándole desde promesas de llevarla a un convento hasta enseñanzas sobre no encerrar a parientes en armarios porque era de maleducados.
Mariana no volvió a encerrar su abuela, el reto de su padre habría de formar una semillita en su interior que seguiría creciendo hasta llevarla a una sola idea: ser monja. Cuando Carla escuchó la petición de su hija, pensó que solo era una broma por el regaño de su padre, pero la vio tan obsesionada y frustrada por su deseo que en la semana siguiente la envió.
No hubo que esperar mucho para saber noticias de Mariana, iba a ser regresada inmediatamente por haber encerrado, en este caso, a la madre superiora, según lo sabido por un conflicto respecto a sus uñas pintadas de extravagantes colores y la aparición de un mono mascota entre sus pertenencias. Al saber la noticia, sus padres decidieron llevarla a un psicólogo  para conocer su trastorno, la única conclusión que sacaron con la fracasada visita fue que Mariana en otra vida fue una sardina con claustrofobia y esta vida era su karma por haber sido atrapada y encerrada en una lata de sardinas para el comercio ruin.
No toda la vida de Mariana fue encerrar gente en armarios, eso quedo atrás, en una infancia en la cual creía, no sin cierto orgullo, sobre su antigua condición de sardina. Cuando ya poseía diecisiete años era una mujer algo peculiar y de muchas risas. Su pelo liso no llegaba más allá de los hombros, de un tono castaño rojizo, producía una combinación extravagante con sus ojos amarillentos. Aún con la edad que tenía, a ella solo le gustaba escribir y ver como otros lo hacían también, no deseaba nada más en la vida que letras y solo letras. Su madre escandalizada le decía: "¡Falta un año para que comiences la universidad y sigues en esas estupideces!"
"No mamá, no son estupideces, son letras y son el recuerdo del amor a lo imposible" le contestaba Mariana mientras le pellizcaba las mejillas.

Un día de esos, llego un ganso a la casa y se instaló sobre la cama de Mariana, para no volver a salir de ahí. Cuando ella lo encontró le dijo "Hola" con lo que el ganso contestó "Cuac". Así comenzaron una amistad en la cual el ganso terminó hablando un español fluido y Mariana el "Gansés" de la región. A veces su familia se confundía cuando hablaban sin mostrar sus rostros, porque no tenían idea si quien les hablaba era su hija o la mascota. El ganso se llamo Sardina, en honor a la vida pasada de Mariana y como con esta, la mascota se conmovió. 

Autora: Piri

miércoles, 20 de marzo de 2013

Mientras me besas

Tómame con fuerza,
No me sueltes la mano,
Que me pierdo en el oleaje de tu cuerpo,
En las ráfagas de tu pelo.
No me sueltes, que me desvanezco mientras me besas,
Y pareciera que regreso a esa tarde,
Donde, sentada en el horizonte, te encontré.
Dorada tu piel bajo mis labios,
Divino tu frágil cuerpo
En ese momento en que encontramos el sentido.
Esa noche me di cuenta,
De que el mar suena con fuerza dentro de ti.


Autor: Felipe Guzmán B.

lunes, 4 de febrero de 2013

La nube de mis pesadillas

Adriana solo fue una nube que cubrió mi sol, una nube y nada más. Me gustaría poder decir que su sombra ya no cubre mi presente, pero el pasado sigue siendo doloroso. Ella fue mi excusa favorita para sufrir, supongo que en el fondo me volví adicto a la tristeza. Por mucho tiempo pensé en Adriana como en una noche de invierno, pero olvidé que nunca es noche por siempre en la vida. Ahora, el día en que la olvide se acerca, pero me temo que si la pierdo nunca más podré ser el mismo. Lo que un día fue amistad, hoy es enfermedad. Si abandono la locura, si destruyo esta fiebre que oprime mi alma, ¿Qué será de mí? ¿Cómo podría perdonarme por olvidarla de la forma en que me olvidó? ¿Quién podría confiar en mi si lo hiciera? La noche ya no es noche, y Adriana solo fue una nube que escondió mi sol, y esa nube ya se ha ido.


Autor: Felipe Guzmán