lunes, 30 de noviembre de 2015

Vida Sincera

No puedo dejar que mi boca se quede callada,
Tengo una cierta compulsión a la sinceridad,
Y mientras tenga un sentimiento dentro de mí,
La voy a echar fuera, sea erupción magmática,
Brisa de luces, chaparrón gris de melancolía,
O el gorjeo dulce de la tierra remeciéndose.
Tengo vida en mi interior, lo quieran saber o no,
Y así como me cuesta mantener cerrado el pico,
También me es difícil no desabrocharme el pantalón,
No buscar mis pantuflas cuando llego a casa,
E incluso no desear ensalada al almuerzo.
Llámalo instinto animal, impulso irreflexivo,
O cómo quieras categorizar mi conducta,
Yo seguiré diciendo que esto es amor puro.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

Después de la Marcha

Después de la marcha, miedo:
Se dispersaron los nobles estudiantes
Y asomó el monstruo sin cabeza,
Sin cerebro, sin piel que ceda en la herida,
Aullando entre dientes de metal,
Desgarrando con colmillos de huracán;
Afloran los matarifes y los paladines,
Jugando a establecer el orden, algunos,
Jugando a romper cráneos los otros.
Con el fuego de los tigres dispararon
Los guanacos, hermosos y aberrantes,
Cayendo como rayos negros los balines
De goma furiosa, espasmódica y brutal,
Mientras las piedras terribles orbitaban,
Peligrosamente, junto a las cabezas
De transeúntes y blindados carabineros.
Gritos y alaridos de guerra, que eran
Como pendones sangrientamente orales,
Proferidos entre los semáforos caídos
Y la señalética pública destrozada.
Las farmacias convertidas en búnkeres,
Ferreterías en trincheras convulsionantes,
La Alameda vuelta un fértil campo
Cuyas únicas semillas son el pánico,
El rencor, la violencia, y la sangre derramada.

Después de la marcha, las noticias:
Toda la escena accesible a los ojos ávidos
Del televidente en su cómodo sillón,
Que se horroriza y espanta visiblemente
Mientras critica la lucha, olvidando
Que alguna vez también fue guerrero.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

domingo, 29 de noviembre de 2015

Déjame

Como la brisa gentil, déjame, niña,
Acariciar tu piel transparente,
Describiendo acrobacias de mantequilla
Con la punta de mis dedos de poeta.

Déjame quebrar las luces rojas,
Permíteme ser espada y flecha,
Sortear tus obstáculos emocionales,
Ser tu cruz del sur en la noche oscura.

Quiero sostener tu mano delgada
Durante instantes necesarios
Cuando la kull - fiebre/rabia -
Te golpee en lo más triste de ti.

Quiero amorosamente restregar trapos húmedos
En tu adolorida piel transparente,
Para dejar traslucir los blancos sentimientos
Que se alojan entre tus huesos de cristal.

Déjame responder tus esfinges mortuorias,
Alejarlas de tus delicados corazones.
Quiero ser lluvia sobre tus sembrados,
Y dulce sombra en tus veranos.

Si tu supieras, niña de mar boscoso,
Cómo haría posibles todos tus imposibles,
Si supieras cómo te cuidaría de día
No me dejarías ir por las noches.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

sábado, 21 de noviembre de 2015

Canción del Dividido

Querida, no puedo pedirte
Que ignores al hombre
Que vive en mi espejo,
Ni puedo hacer que olvides
Mi empañado reflejo.
Pero quiero que sepas,
Amada, preciosa mía,
Que la tristeza de cristal
Es un espejismo colosal,
Una ilusión y nada más.
Querida, al final del día,
El hombre que ansía la paz
Reemplaza siempre al tirano,
Y será el sol soberano
El que sobre el amor rija.
Cuando la oscuridad me cobija
No tengo más deseo que ser luz,
Y cuando la muerte me elija
Y me obligue a cargar su cruz,
Tu sonrisa será todo mi cielo
Y tu piel el más dulce suelo.

Querida, la rabia y la impotencia
Son producto de mi inseguridad,
Son la parálisis en la cadencia,
Y los hijos de la soledad.
Por eso necesito de tu mente,
Tu palabra, tus cariño, tu fuego,
Para terminar definitivamente
Con este enfermizo juego
Al que yo mismo me he condenado.
Ay, Daniela, mi corazón
Mas bien parece un dado,
Saltando al azar, sin razón,
Dictando risas, besos, llantos,
Cuando sólo quiero dedicarte un canto
Que sea bueno para tu alma,
Niña, hada de bondad y calma.

Espero puedas perdonarme, querida,
Por cada vez en que te abrí una herida.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

lunes, 16 de noviembre de 2015

En Noviembre Reinarán las Esfinges

En noviembre reinarán las esfinges.
Los campos se llenarán de huesos,
Se alzarán pirámides de muerte roja
En los corazones de las personas.
Las esfinges morderán el futuro,
Arrancarán los úteros del día y la noche,
Cantarán acertijos sardónicos a los sapos.
Devorarán el pan de la mente,
Desgarrarán la faz de la gente.

En noviembre se desatará la peste,
Lloverán los dientes y las garras,
Y bajo la sangre ardiente de sus alas
Caerán pétalos de piedra y arenisca.
Las esfinges de hielo, las de fango,
Las del más puro infierno,
Todas están destinadas a ser ruido,
Portadoras de disonancia,
Destructoras de piel y carne celeste.

En noviembre reinarán las esfinges,
Y yo los llamo, hermanos, a la guerra:
¡Profiramos muerte a las maestras!
¡Muerte a su opresión negra,
Muerte a la hipnosis afilada!
¡Levantemos una revolución,
Carguemos hacia adelante y hacia atrás,
Disparemos a sus cuerpos felinos!
¡Démosle muerte a la muerte, carajo!


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

Plaza Libertad de Prensa

Piedra húmeda, cielo infinito recortado,
Calor, palomas sucias y palomas limpias.
Música, olor a marihuana, juventud y vejez.
Las paredes de laberinto, los portales de arena,
Y yo sólo quiero sumergirme en la fuente
Que habita al centro de este universo diminuto:
Respirar el agua entremezclada con más agua,
Ser estatua, león embadurnado, pez moneda.
Concha y Toro, mi corazón; adoquines mi mente.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

Belerofonte / Volar Significa

Volar significa conquistar el miedo,
Apreciar las bridas del pasado
Y soltarlas al viento del mañana.

Volar significa escuchar el rocío,
Remecer, sacudir el hastío,
Regalar una flor con cada lanza.

Volar es gozar en la danza,
Llorar, reír, sentir, decir.
Volar es la domar el pegaso interior.

Muchas veces, volar es nacer.
Otras tantas, es ser firmamento.
Casi nunca, volar es morir.

Volar es, de cuando en cuando, besar
Por última vez, a la mujer amada,
Por su condición de Olimpo imposible.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

domingo, 8 de noviembre de 2015

Frida Kahlo


Quedándome despierto hasta tarde, una noche, fui al baño deseando vaciar mi cargada vejiga. Sorpresa la mía, cuando al observar mi miccionar, ¡encontré a Frida Khalo asomada desde mi uretra! De las flores de su pelo salía disparada mi orina, y me miraba con parsimonia mientras hacía gestos con la boca. Por algún motivo, puede ser por lo cansado y soñoliento que estaba entonces, tardé en darme cuenta de lo extraño de la situación, y me quedé mirándola de vuelta, guiñándole de cuando en cuando. Ella me guiñó una vez en complicidad, una sonrisa invisible en la comisura de sus labios, justo cuando terminé de excretar.
Luego, levanté la mirada, y en el espejo pude ver mi imagen reflejada. Todo estaba en su lugar, mi nariz al centro de mi rostro, mi pelo arriba de la cabeza, mis orejas a los lados de mis sienes. Sin embargo, algo parecía estar alterado. Intrigado, me inspeccioné más de cerca. Ahí fue cuando encontré a Frida dentro de mis pupilas, desnuda y sugerentemente andrógina. Frida me guiñó el ojo desde dentro de mi ojo, y me alejé de un salto del espejo.
Comencé a transpirar profusamente. Pude sentir en cada gota de transpiración cómo Kahlo me lamía con la mirada. Se aceleró mi pulso, y un nombre se me incendió en la mente: Diego. Luego una fecha: 17 de septiembre de 1925. Luego amantes, y operaciones, y viajes a Europa, y Los Cachuchas, y abortos. Toqué mis cejas, empezaron a mutar de forma, mi tacto me devolvía latigazos de recuerdos que no eran míos.
Frida, peligrosa paloma, estaba apoderándose de mi cuerpo. Empecé a correr, intentando escapar de esta transformación, pero mi casa había perdido sus paredes, y ahora me encontraba inmerso en un verdor caluroso. Una selva. El aliento de unos monos en mis tobillos. Trastabillé, mis pies enredados en raíces primigenias con formas de pantera, y el olor, ah, el olor a tierra húmeda de tanto que lloré, Frida, sobre ella. Y húmeda de cuanto límite que se me impusiera rompí en mi vida.
Me levanté, y ardieron flechas, ensartadas en mi pelaje. Mi cornamenta el único indicio de la fortaleza que yo, Kahlo, era poseedora. La sangre de mi sangre caía en reguero, rompía la noche y el día en fragmentos de orejas animales, huían las estaciones como pájaros de colores vueltos pezuñas enlodadas.
Frida me llamo, y de reyes y pobres no soy agasajo. Soy mujer de mí misma, soy cometa envolviendo el cielo de los campos en un fuego más grande que el fuego de los infiernos, y ese fuego es tan tibio como la sangre que cae en reguero de mí.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano