miércoles, 24 de mayo de 2017

Flor

Joven desnudo como una plegaria,
Abierto como una súplica.
Rotas tus caderas mortecinas,
Blancas tus candelas trágicas.
Te enredas en los cables
Que nacen de los abismos
Mientras huyes confuso, dolido,
Atrapado en el mutismo.

Asido en las olas del fuego,
Nubes de un cielo carmesí,
Con el candor de la noche
Brillando en tus labios de alhelí,
Respiras, te quiebras,
Gimes infinitamente en tu apuro
Y ríes como un desposeído
En medio de un callejón oscuro.

Joven sangrado, violenta caracola,
Ruges derrotado como el océano.
Te incorporas duro e iracundo,
Ciego alazán, mancebo del médano.
Vejado delirio navegante,
Helecho crepuscular de los huillines,
Yaces exhausto entre brazos terribles,
Violado entre los cojines.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

domingo, 14 de mayo de 2017

Telar

Recorro la casa, la caverna originaria, la miro luego de años de sabérmela de memoria.
Sus paredes de adobe, su techo alto e inalcanzable, las réplicas de cuadros famosos,
El curioso hecho de que las puertas no tengan pestillos funcionales y todos los usen igualmente.
Me detengo, tocando con los dedos y las pupilas los detalles, aspirando el frío,
Las baldosas inmateriales, los estantes en desuso llenos de saber olvidado,
Muebles y muebles que parecieran no existir de tanto que los conozco.
El pasillo de dos metros que se urde entre los universos del segundo piso:
La selva bohemia, araucana, revolucionaria, gatuna, enfáticamente solitaria;
La caja de recuerdos de mi difunto abuelo, tal y como estaba el día en que murió;
El nido de colchas y plumas, donde se concentra toda la luz que llega a la casa;
El baño. Nunca me gustó el baño.

Caen los recuerdos como una cascada por la vieja escalera de madera roída por el tiempo:
Las flores de los balcones, en verano, resecas y ardiendo en un calvario verde entre los cables;
El sinfín de goteras, derruyendo el patio interno con su sangriento odio de lluvia;
Recuerdo la tarde en que ese perro diabólico casi le arranca la cara a mi hermano de un mordisco;
Gorras llenas de polvo, té en tacitas infantiles, el sillón con arañas, los libros de animales,
La misma cajita musical de la que me enamoré, fotos de antes de que naciera, las biblias,
Un árbol de plástico decorado para la pascua y con menos de un metro de altura,
El pan italiano, el tarrito con queso rallado, la endeble mesa indestructible,
La sonrisa y los besos de mi abuela querida.

Flores, delgadas, minúsculas, restallando de miseria y orgullo en la mesita de cristal.
¿A dónde fueron a parar los cisnes de bronce? ¿Qué será de mi tía, exiliada en su destino?
¿Cómo soportan las mujeres de esta casa la silenciosa mirada de la melancolía?
Comen en la misma mesa en que encontraron que él ya no estaba vivo, y ríen, olvidan,
Recuerdan demasiado, se borran en conversaciones amorosas o banales, callan y comen.
Yolita, Marcelita, se descosen poco a poco en esta casa elemental,
Y con sus hilos sueltos van tejiendo nuevamente historia,
La desarman y la vuelven a armar en un juego infantil
Que me marea demasiado seguir con el corazón.
Deténganse un poco, les pido, lloren, sanen,
Al menos duerman un poco, por favor.
El telar puede esperar una noche.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

sábado, 13 de mayo de 2017

Entramos en la dicha

Pétalo consumado en la ternura,
Trozo cincelado de sol compasivo,
¿Cómo escribirte sobre mi alma?
¿Cómo hablarte del hambre y el alivio?

Tú, fruto inagotable del cariño,
Me entregas cálida certeza
Bajo la forma de bandadas y nardos.
Llenas los vacíos, saltas los abismos.
Tú, frágil, con tu delicado contorno,
Das más de lo que podría pedirte.

Me besas. Me sostienes,
Con tus manos puestas como copas
Me bebes cual manantial plateado.
Dócil y salvajemente jugamos,
Floreciendo en la piel de la noche,
Bajo el ansia magnética y amorosa.

Me miras con ojos imposibles,
Sonrisas detrás de tu sonrisa,
Y dejamos ir al mismo tiempo
Nuestros nudos al viento.

Circundados, fundidos en un mismo abrazo,
Soltamos el miedo y entramos a la dicha.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

lunes, 1 de mayo de 2017

Vacaciones tomará el Altísimo

Se acabó el tiempo del Cristo,
Del hijo pan, el hermano vino.
La sociedad moderna lo ha matado,
Sus oraciones quedarán irrespuestas.

Es la hora final del creyente,
Tumba de los asfódelos, se hunde,
Las horas nocturnas de fe acaban
Y aún hay madres rezándole a las lámparas.

Nuevos velos, nuevos mesías se alzan.
¿Qué leche nos dará el nuevo cordero?

Cristos de hierro,
Cristos de hueso
Cristo maestro, zigoto y huevo,
¿En cuál creer, a cuál amar?

Las cruces de cartílago caen,
Y llueven destellos rojos como lanzas.
Dios y sus pulmones tosen,
En una asfixia trémula y terrible.

El cielo se está desinflando,
Y los fieles mueren por dentro con él.

Los no-nacidos, los pequeños,
¿Qué será de ellos?

Los ancianos, los que ya han muerto,
¿Llorarán en el paraíso?

El Diablo, billetes en mano,
Se desternilla de la risa
Y descorcha un espumante caro.
Celebra esta noche de ángeles ciegos.

Dios, por su parte, hace su maleta.
Se lamenta, pero compra pasajes de bus.
Camina hasta el paradero, cabizbajo,
Y se despide de la creación.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano