viernes, 30 de septiembre de 2016

Madre

Madre:

Querida portadora de mis apetitos infantiles,
Sirena hermosa de mirada enternecida,
¿Cómo decirte aquello que entiendo ahora?
Eso que siempre supiste, tan tuyo, ahí
Desde las luces de tu vientre milenario;

¿Cómo, madre?
¿De qué modo puedo poner en palabras
El misterio mismo de la daga y el tajo original?
El sacrificio de la carne, la comezón,
El anhelo, la sombra, el dolor,
Los días de curtimbre en la clínica;

¿Por qué, madre?
Diste tus huesos en garantía,
Dislocaste alma y vejiga,
Salivaste tu sangre y tu boca,
Fluiste por desagüe y manantial,
Y llegaste al puerto del parto;

Llegaste al mar, madre,
Te sumergiste en lo profundo de la vida,
En lo inmenso de la entrega incondicional,
En lo arcano de tu entraña de mujer.
Conjuro de la tierra que te vio crecer,
Plantaste tu cruz y te hiciste divina;

Te hiciste divina, madre,
En el instante en que me diste a luz.
Cuatro pares de brazos, múltiples cabezas,
Gentileza del cordero en ofrenda pascual.
Habitaste con tu soplo en la carne,
Fuiste madre, hija y espíritu santo;

Y me pariste. Madre, me pariste.
Con amor, con dulzura,
Con la mirada inmensa del horizonte,
Dándome tu regazo limpio de pecado.
Como un Belén de Nueva Extremadura
Me pariste, madre, me pariste;

Y con parirme, madre, me bendijiste;



Autor: Felipe Guzmán Bejarano

lunes, 26 de septiembre de 2016

Morbidez

Un hombre gordo
Come su hamburguesa.
Sentado solo a la mesa,
Se pone a llorar,
Y de sus ojos caen lágrimas
Que son mostaza picante.
Le escuecen la cara,
Se limpia con servilletas.

El hombre gordo
Se levanta con esfuerzo,
Terminó su hamburguesa
Y recuerda a su madre.
Se pone a llorar,
Y esta vez es mayonesa
Lo que escurre de sus ojos.
No puede ver,
Es mucho el aderezo.
Se limpia con su camiseta.

El mismo obeso hombre
Se tropieza bajando las escaleras.
No alcanza a reaccionar,
Cae de cara al piso.
Le sangra la nariz,
Y de una fosa sale ketchup,
De la otra ají en salsa.
Seis hombres y una dama
Se necesitan para levantarlo,
Y entre sus brazos,
Llora y gime,
Disparando grasa por la boca.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

El metamorfo no recuerda la historia

Desde el inicio de los tiempos que la gente
Me ha llamado por múltiples nombres,
Y los apodos que a mí me asignaron
Me hacían parecer un zoológico ambulante.

Que he sido vacuno, buey y ternero,
Que soy pavo, jalagansos, cabeza de chorlito;
Que tengo ojitos de camello,
Mirada mansa de alpaca,
Pestañas de caballo de carrera;
Quijada de tortuga, que repito como loro,
Que como como cerdo, como como puerco;
Mi propia madre me llamó monito,
Perrito, que nadé como pescadito en su vientre;
Mi mismo padre me llamó hijo de tigre,
Cachorro, corderito, perro cochino.

Y si no era animal, de otras formas me llamaban:
Tierra de sepultura, barca a la deriva,
Rayo de luz, taburete, frazada, grillete;
Al cabo que yo también terminé pensándome
Como una camisa de fuerza, savia de árbol,
Miel empalagosa, bosta de caballo,
Granizo, pilar, pendejo, inmaduro,
Maduro, anticuado, chistoso, aburrido,
De mal y buen olor, de mal y buen vivir,
Hombre, maricón, mentiroso,
Amigo, desconocido,
Estorbo.

Que digan de mí lo que quieran.
Ya superé mi complejo de metamorfo.
Lo que no soportaré, eso sí,
Es que digan de mí que tengo memoria:
No me vengan con cuentos,
¡No me vengan con hueás!
¡Yo soy bien chileno para mis cosas!
¡Y recuerdo, no tengo alguno!
¿Qué Sergio Huenante?
¿Qué golpe militar?
¿Qué pacificación de la araucanía?
¿Qué descubrimiento de América?
¿Qué beso ayer en la mejilla?

¡Qué beso ni qué nada!
Si yo a usted no le debo plata, se la pagué.
¿Ah, no? Lamento la confusión,
Esto me pasa a menudo.
Aquí tiene los quinientos pesos,
Los mil pesos,
Las horas de sueño,
La tarea de la semana pasada,
El trabajo del año pasado,
Los detenidos desaparecidos,
Las tierras de los mapuche,
El oro de los incas,
Los bosques de madera indígena,
El déficit de lluvias de los valles centrales,
El libro que me prestaste en otra vida,
El beso de buenas noches en la mejilla.
Tome todo lo que de mí necesite,
Y márchese pronto, por favor,
Que estoy tratando de vender la pomada.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

sábado, 24 de septiembre de 2016

Arqueo-antología

Quiero pensar en los museos
De ciencia e historia natural
Como gigantescos libros,
Insectarios del pasado,
Álbumes de recuerdos
De envergadura milenaria.
Propongo que los museos
Sean vistos por el público
Como un compilado poético
De nuestros ancestros
Y sus formas de vida y muerte.
Por eso digo yo,
¡Los museos no son cementerios!
¡Los museos no son prostíbulos!
¡Los museos no son iglesias!
Adoremos a los museos, sí,
Pero con el respeto suficiente:
Ni un gramo más ni uno menos
De devoción estética y cultural.
Los museos no son la puerta de entrada al cielo,
Y no son tampoco mercados de pan y huevo.
¡Los museos son carnavales! ¡Son poesía!
¡Sólo vean sus colores y escuchen su música!
¡Celebremos a la olvidada arqueo-antología!

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

Tiranolagarto Rey

El connotado terópodo del trueno,
- Truenópodo -
Era el peor de su calaña monstruosa:
Un mamotreto desigual de dientes,
Mal aliento y garras como serruchos;
Pocos amigos, gruñidos sin ton ni son,
¡Y un carácter de los mil infiernos!

Pese a su reputación de volcán violento,
Ningún dinosaurio de su era y vecindad
Supo jamás de la pasión oculta
Del gigante corto de brazos:
Sentarse en las plazas.
¡Sí, sentarse en las plazas!
Al tiranosaurio le gustaba
Sentarse en las plazas.

Se acomodaba algunas tardes
En las bancas verdes de madera,
Y luego de haber correteado
A cualquier posible espectador,
Se ponía a resolver sudokus.
Como su cerebro no era muy grande,
Su entendimiento poco,
Y su paciencia escasa,
Los dejaba siempre inconclusos.
Pero no se desanimaba con eso,
Disfrutaba del ejercicio mental infructuoso.

Nuestro Rey Tirano era también
Un fanático ferviente e incansable
De los colores de las palomas en celo,
Y de la forma en que éstas se inflaban
Con tanta vanidad y testosterona.
Les daba migas de pan de centeno,
Les cantaba con cucurrucucús,
Les soplaba detrás de las alas
Para reírse de sus vuelos apurados.

A veces, sentado así entre tanta pluma,
Se preguntaba el viejo malhumorado
Por los misterios banales
Que se esconden detrás de la ropa interior,
De lo esotérico que tienen los fusiles,
Se cuestionaba el sentido del trabajo
Y el lugar que ocupa un carnívoro
En ese mundo, otrora, corporativo.

Cuando estos temas lo aburrían,
Sacaba de su portafolios dos libros:
La Biblia y el Manifiesto Comunista.

Pero cuando entraba la noche,
Y la luz pública era tan pobre y mala
Que no permitía lectura alguna,
El tiranosaurio bramaba,
Pisaba con furia de locomotora,
Y se iba camino al río más cercano,
Con la intención de devorar uno o dos
Incautos dinosaurios abrevándose.

Regresaba en esos momentos
A la ferocidad que le dio fama,
Y dejaba que se instalara en su pecho
Un coágulo de sangre, tos, y prehistoria.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

viernes, 23 de septiembre de 2016

Restos Fosilizados

Hace unas décadas ya que los científicos
Descubrieron la verdad tras la extinción
De los legendarios dinosaurios.
"Los dinosaurios no se extinguieron,
Fueron extinguidos", afirman los entendidos.
¿Quiénes le dieron fin?
Los hombres de la fe explican lo sucedido:
"Dios, en su Santísima Trinidad,
¡Estaba hasta la coronilla con los dinosaurios!"
Efectivamente, los hechos parecen indicar
Que para finales del cretácico
Estos lagartos gigantes se hallaban inmersos
En un círculo de decadencia sin igual.
"Faldas cortas, prácticas abortivas,
No dar el diezmo,
Amar su tierra más que al Santo Padre,
¡Eso fue lo que condenó al infierno
A esos bicharracos de Belcebú!"
Fue el argumento que entregó a la prensa
El Papa en una entrevista reciente.
Pero el Padre Creador fue piadoso,
Y quiso darles una oportunidad
A los anárquicos dinosaurios:
Les envió un mesías emplumado,
Que proclamaba la existencia de un cielo
Y una vida alterna y eterna en lo alto.
No demoraron los dinosaurios
En apedrear al palomo mensajero,
Derribando al Avión-Dios con herejía y metralla.
Herido su enviado, el Altísimo,
(Que para ese entonces no podía ver
Ni en la sopa a esos armatostes escamosos)
De un sólo movimiento de dedo,
Barrió el piso con los dinosaurios:
¡Dejó la crema, la media tendalada!
Fuego inquisidor por ahí,
Un poco de justicia divina por allá,
Y ya había acabado.
Ni carne, ni ojos, ni falda, ni abortos,
Ni alma,
De los dinosaurios no quedaba ya nada,
Salvo unos cuantos huesos chamuscados,
Enterrados a medias,
Que serían lo que, millones de años después,
Nuestros renombrados arqueólogos llamarían
Restos fosilizados.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

lunes, 19 de septiembre de 2016

Santiago, 20XX

Hijo querido del viento,
Zorzal de lomo rosáceo,
Veo un futuro vuelo seguro
Entre edificios minúsculos:
Andarás sobre el río cristalino
Que no tiene olor a mierda,
Dentro de la ciudad capital
Que no estará dividida
Entre mugre y césped recortado;

Solventarás el ansia roja
En los pechos frutales de los cerros,
Harás del vaho matutino y helado
Un milagro de espirales rotas;

Tendrán tus alas la consistencia
Rígida del agua precipitada,
Darán respiro tus plumas
Tanto a asmáticos como a muertos;

Uvas aceleradas caerán
De las vides arremolinadas
Entre la tierra y el cielo,
Besándose en la caída,
Dominando la gravedad
En el momento mismo
Del golpe contra el asfalto.

El noble cacique reinará entonces
En las bondades de tu vuelo,
Y su país de copihues
No estará ni en el norte
Ni en el sur distante,
Ni será del silencio cordillerano
Ni del orgullo del pacífico:
El toqui de plumas de oro
No vendrá ni del centro
Ni se irá hacia el adentro;

Su trono estará
Más allá del esmog pretérito,
Sobrepasando los panfletos políticos
Que hoy saturan mi Santiago
De tristes y de ricos;

El sabio líder te tendrá por mano,
Zorzal de lomo rosáceo,
Y te habrá de batir y agitar,
Te hará acariciar y señalar;
Alejará wingkas y wekufes
Con sus dedos de campana.

Por espalda tendrá revolución.
El cacique de nariz porfiada
Hablará con lengua de trueno
Y sacudirá las economías,
Enviando pan de sustento
Y vino de regocijo argento
A todos quienes hoy sufren.

Zorzal de lomo grisáceo
Eres hoy,
Y yo te digo,
Joven perdido,
Que eres hijo querido del viento.
Apuntala el rostro anciano
Del buen guía en tu memoria:
Vendrá pronto el alba nueva
En que nos quitará el yugo
Y la cruz
Y el lastre
Y el ancla de fuego gringo.
Volveremos a sonreír.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

martes, 13 de septiembre de 2016

Apariencias que engañan

¿Ves ahí a ese hombre, allí feliz?
¡No bajes la guardia, aprendiz!

Mira al hombre con voz de lucero,
Que al cantar detiene al aguacero;

Mira cómo la gente se enamora
De su encanto y su tez; ahora

Mira su frente despierta y cobriza,
Pero que no te engañe su sonrisa;

No confíes en su noble apariencia
Ni en su angelical resplandecencia:

Al pasar cerca de su sombra pude oler,
¡Que es más fétido que la tumba de Lucifer!

Ese hediondo monstruo de las cavernas
¡Se hace pasar por enemigo de las tinieblas!

Y bajo su máscara de hombre santo
¡Se esconde un aliento de espanto!

¡De sus pedos no querrás tú saber nada!
Que del averno, por pedorro,
¡Satanás lo echó de una patada!


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

jueves, 8 de septiembre de 2016

Efectos Secundarios

Quiero alertar a la población general
Que la continua exposición,
La lectura regular de mi poesía,
Trae consigo acusados males
Para la salud y el bienestar general
De la ilustre población general.

A saberse, la náusea y el hastío
Son consecuencia directa
Del texto de mi nacido.
La risa, el llanto, el hipo ocasional,
Suceden de cuando en cuando,
Pero no hay relación directa demostrada.

No obstante, se han reportado
Nocivos efectos secundarios:
Pérdida de cabello, patadas de caballos,
Impotencia, erecciones feroces, comezón,
Pérdida del apetito, multiplicaciones sin igual,
Generación espontánea del bostezo.

Y hay más, la lista continúa:
Alteración del ciclo menstrual y lunar,
Episodios de depresión menor,
Episodios de euforia mayor,
Episodios de rabia episódica,
Pérdida del estatuto de población general.

Quiero dejar en constancia ante ustedes
Que he expuesto los riesgos reales
Y los riesgos metafóricos de mis escritos.
Luego ya de estas palabras, me despido,
No sin orgullo, no sin vergüenza,
Estimada población particular.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

En mi defensa

Aunque les hablé
De la vida eterna
Y de la muerte eterna,
Nunca lo hice
Tocando ni lo sagrado,
Ni lo profano.
Dios no es quién
Para juzgarme,
¿Quiénes son ustedes?
Si el Altísimo no puede,
Ustedes menos aún.

Acúsenme si quieren
De ser perro que ladra
Sin intentar morder siquiera.
Llévenme ante tribunas,
Ante estrados,
Ante juicios que duren años.
Háganme comparecer
Por respirar aires ajenos,
Pero por hablar
Con la boca llena,
¡De eso no se sospecha!

Digan de mi
Las verdades:
Que soy artero,
Anticonformista,
Exaltador de cucarachas,
Devorador de cucuruchos.
Pero no metan palabras
Que de mi boca no han
Salido
                siquiera  
                                   disparadas.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Reconocimiento

Tenga ojalá un leve cumpleaños el viejo maestro.
Que lo recuerde su familia,
Y que Chile entero lo hable entre susurros.

Ni la vida ni la muerte, Nicanor,
Pero te deseo 102 años más
En tu paso por esta tierra.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano