lunes, 31 de marzo de 2014

Tacataca

Seductores ejércitos de humanos en miniatura, con maderas exquisitas como cordilleras que rodean el verdor artificial de su pasto invisible e infértil. Sus cilindros espaciales con su metal  quimérico sostienen a esas efigies casi religiosas, con sus cuerpos de camiseta abanderada. El magnetismo de esas pelotas, que son más bien frutos afrodisíacos, disparan el furor y la manía por mi garganta usualmente mansa y calma. El temblor de manos, los ojos ávidos, con ansia de violencia, de reventar con campanazos infernales lo arcos de marfil hasta remecer sus cimientos. El éxtasis frenético se derrama como ambrosía divina por todos mis poros, embriagándome y violándome, hasta que desaparece mi carne y mis huesos, para dejar en su lugar a una bestia furibunda, un caballo demoníaco, un espíritu de éter y piedras. El último gol se sucede con una velocidad imposible, y mi alma se ahoga instantáneamente, sofocando hasta la última llama de pasión, devolviéndome las facultades racionales, mi autocontrol, entregándome los dientes molidos, los pulmones vacíos, y las energías prostituidas. El juego es un viaje épico hasta mi autodestrucción y hacia el sueño salvaje de mi reencarnación.



Autor: Felipe Guzmán Bejarano

El Dios vuelto Hombre

Si los seres humanos fuimos creados
A imagen y semejanza de Dios,
También puede pensarse que éste
Se parece en gran medida a lo que es el hombre.

¿Por qué no pensarlo un poco mejor?
¿Podrá ser posible que Dios tenga mocos en la nariz?
O más aún,
¿Tendrá un poto con el cual sentarse en su trono de nubes?

Seguramente Dios debe tener rabietas de vez en cuando,
O algo parecido.
Quizás pueda padecer de infecciones renales,
O incluso ser portador del VIH.
Uno nunca sabe, con los dioses todo se puede.

Pero si Dios se parece a nosotros los hombres,
Podríamos pensar que pasó por el Complejo de Edipo,
Que tiene erecciones por las mañanas
Y sueños húmedos de vez en cuando,
O algo que se le asemeje.

Nietzsche tenía razón,
Dios está muerto,
Porque por ser hombre, también muere.
Pero por lo mismo, también nace.

Dios se corta las uñas los fines de semana,
Compra el pan en la esquina,
Se ducha, se limpia las axilas y se lava el pelo.

Dios disfruta del manjar,
Va a las hamburgueserías y a los prostíbulos.
Trabaja de lunes a viernes,
Algunas veces hace turnos de noche,
O trabaja de recolector de basura.

Por suerte para mí,
Yo no creo en un dios como ése.
Pero de poder leer ésto,
Estoy seguro que Dios lo haría
Sentado en la banca verde de alguna plaza,
Con una sonrisa socarrona en su rostro.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

La Muerte a Caballo anda

Ahí donde se cuece la pena,
En esa garganta amoratada,
En ese pecho desnudo
Es donde vive la muerte.
Disfrazada de nudo y de amarra,
Vestida con los pétalos
Azules de la amargura,
Vive la muerte disparando
Fantasmas y cicatrices.
Ahí donde se forjan los llantos,
En ese corazón negro como carbón
Que es la tristeza,
Anda la muerte a caballo,
Pisoteando como el trueno
Con sus cascos de metralla.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

viernes, 28 de marzo de 2014

La no-Mujer

A mi corazón entró una mujer,
Que no es una mujer propiamente tal.
Es un ángel de alas plateadas
Que irrumpió en mi pensamiento con su color celestial.
No es tampoco un ángel, no.
Es más bien una hermosa doncella
Que bajó de las estrellas
Hablando sin usar palabras
En una lengua olvidada,
Propia de dioses, de árboles,
De lejanas campanadas.
Pero tampoco es una constelación.
¿Qué sé yo? Es quizás un felino,
Con su melena de fuego y sus dulces modales,
Sus ojos ardientes, ¡Seguro que es un minino!
Por la forma en que se mueve y se menea,
Podría ser en verdad un gato que ronronea.
¿O será una ilusión de amanecer?
¿Una bella fruta pronta a desaparecer?
¡Diría yo que es una hechicera,
Por la forma en que me encanta de mil maneras!
¡Supiera yo lo que es esta caracola mítica,
Esta canción especial, esta flor magnífica!
Pero aún si llego a dar con su especie y procedencia,
¿Podría entender y tocar su dulce esencia?


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

miércoles, 26 de marzo de 2014

Perseverando

Cada día damos un paso hacia adelante,
Y se nos da la opción siempre de retractarse
Y retroceder otros dos.
Cuesta sostener la determinación,
Es difícil mantener el rumbo.
Pero las voluntades fuertes nos han dado una lección
Sobre cuanto podemos lograr
Si cada día damos un paso hacia nuestros sueños.
Al fin y al cabo, será nuestra fe la que nos hará andar,
Escuchar, hablar, sanar nuestra piel y resucitar.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

La pequeña tristeza diaria

Caminar frente a la iglesia, y tener pensamientos culpables.
Ese dolor de pies que insiste en apretar tus zapatos.
El mal olor de un cubo de basura lleno de deshechos.
El frío matutino y su oscuridad relativa.
El calor pegajoso en tus pantalones.
Un paseo corto frente a una plaza vacía.
Notar la ausencia de árboles en las calles.
Un perro vago abrazado por un mendigo.
Una mujer con ceguera, fingida o auténtica, pidiendo dinero.
Multitud de hombros de personas desconocidas a tu lado.
La música que escuchas sin prestarle atención.
El periódico aburrido, las noticias de muertes y asesinatos.
La televisión basura, la comida chatarra, los vegetales.
Las manos escondidas autistamente en tus bolsillos.
Todo esto y más es,
Para bien y para mal,
Lo que contribuye incesantemente
A la pequeña tristeza diaria
Que nos envuelve durante años,
Sin que nos demos cuenta.
Hasta que es demasiado tarde,
Y la rutina se rompe con una lágrima.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

martes, 25 de marzo de 2014

Cómo llegué a ser Rey por un día y terminé en la guillotina

De tarde en tarde
Doy vueltas por las calles de piedra
Callejones llenos de maricones
Cervezas con nombres Franceses
Que cuestan el triple
Y no sacian mi sed

O me pierdo entre facultades
Buscando aquel saber
Que no vende ni viste
Terno y corbata
En esos edificios aromatizados
Con marihuana barata

Al caer la noche
Busco de local en local
Un letrero con luces de neón
Que diga welcome
Algo de calidez
Frente a la histeria de los idiotas

Reemplazo un abrazo
Con una paja
Antes de cerrar los ojos
Cuando mi espalda ya no tolera
Mi postura ni mi vergüenza
Y duermo
No sé si tranquilo
Pero al otro día despierto
Con energía para repetir
Esta rutina

Autor: Fernando Hormazabal Bello

Aliteración Escapista

Una escultura se quitó su escafandra para escapar por la escotilla del submarino en el que iba. Escaló los peldaños escupiendo improperios en Escocés. 

Intentó esconderse en una esquina, pero no pudo esquivar la mirada de Laura Esquivel, que iba con su escudo y su escopeta esquilando ovejas escurridizas. 

El hombre de mármol esculpido se pensó esquizofrénico, al verse escamas escarlatas aflorando en su piel.

Le escocía la idea de que un escolástico diseñara esquemas bajo la lluvia, así que la escultura no escatimó en rezos para que escampara pronto.

Buscando dónde ocultarse de la escarcha, se escaminó esquivocadamente a una heladería habitada por esquimales, los que lo llevaron donde el director de la escuela, para que le diera un buen escarmiento por escribir tantas esctupideces en las calles llenas de escombros. 

Más tarde, habría de esquitarse con un escritorio, causando un escándalo sin precedentes que dio escalofríos a quienes lo escucharon. 

Nótese que la escultura saludó a un escorpión que bailaba sobre una escoba, antes de poner una esquirla minúscula dentro del escote de una doncella que andaba esquiando por ahí cerca.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

lunes, 24 de marzo de 2014

La Cacería

La depresión es como tener un depredador dentro de tu cabeza: Siempre al acecho, siempre observándote, estudiándote, esperando por el momento preciso para caer sobre ti con a velocidad del hierro y con la crueldad del hielo.
Habrán momentos donde no podrás verla, oírla, menos aún sospechar de su presencia. Llegarás a dudar siquiera que existió alguna vez. Pero es ahí, cuando bajas la guardia, que arremete sobre ti, atacando donde más frágil eres.
Lo peor de la depresión, es tener esa perversa certeza de que el depredador eres tu mismo, deseando verte arder hasta los sentimientos, hasta los cimientos.
Me dije que tú eras una persona por la que vale la pena luchar, que quería ser mejor para ti. Así que he decidido darle caza a esa fiera corrupta que soy yo mismo. Encontraré la sucia guarida desde la que me aterro, y me extirparé a mi mismo. Por ti, por mí, haré este duelo a muerte conmigo mismo, y saldré victorioso.
Pero ahora, ad portas del desenlace, ahora sólo quiero llorar.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

domingo, 23 de marzo de 2014

Sin Título V

Estoy cansado de fingir esta sonrisa,
Ya no quiero saludar a mis amigos con palmadas en la espalda.
¡Es más, preferiría ahorcarlos, me gustaría ahorcarme un rato!
Esta noche tengo ganas de ser un viejo con calvicie insipiente,
Tener la ropa agujereada por polillas desastrosas,
Canas duras como el silencio y callos en los ojos.
¡Ojalá tuviera arrugas tan profundas como tenebrosas!
¡Me gustaría estar amargado contra algo!
¡Me encantaría despotricar y vociferar maldiciones en catalán!
Arrancarme la piel se me antoja ferozmente,
Me seduce la idea de degollar alguna inocente paloma.
¡Sangren para mi, animales, niños recién nacidos!
¡Lluévame el odio ardiente de sus miradas!
¡Desprécienme, tuérzanme hasta darme muerte!
Sólo así podré dormir a gusto,
En medio de tanta negra tiniebla.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

Nadie

Un día de estos
Me pegaré un tiro.
Nadie escuchará el balazo,
Nadie verá mi cabeza destruida.
Nadie vendrá a mi funeral,
Nadie llorará mi muerte.

Un día de estos
Me iré de esta ciudad,
Y nadie notará mi ausencia.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

Certeza

Una sonrisa inevitable,
Un suave temblor de piel,
Flores rojas y celestes a mis pies
Cuando te veo mirarme.

Latidos desbocados,
Un suspiro casi mágico,
Hojas relucientes en tu pelo
Cuando te veo mirarme.

Una tarde en secreto,
Silencio y risas entre nosotros,
Un chiste fome sobre mis cejas
Cuando te veo mirarme.

El contacto tan ansiado,
Tus manos, mis manos,
Nuestros dedos entrelazados
Cuando te veo mirarme.

Cuando te veo tan feliz,
Tan dorada y relajada,
Sin miedo a ser lo que eres,
Ahí sé que te amo,
Que soy tuyo, que eres para mí.
Ahí sé que soñamos juntos.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

sábado, 22 de marzo de 2014

Vendo sueños al por mayor

Por sólo unos pocos pesos
Podrán viajar lejos de aquí.
¿Acaso el sueño le resulta pesado?
¿Su cama le resulta incómoda?
¿No encuentra cómo deshacerse de ese dolor de tobillos?
No teman, no desesperen,
Yo tengo la solución para sus problemas.
No les venderé bálsamos rejuvenecedores,
Ni tampoco caros viajes al caribe.
¡Lo que les ofrezco es nuevo,
Original, fresco, nunca antes envasado!
Me escucha bien caballero,
Sí, le hablo a usted, dama.
Les traigo sueños embotellados.
¡Tranquilos, no se agolpen!
Hay suficiente para todos.
No hay hombre que no haya nacido para soñar,
Ni niña que no anhela fantasías coloridas.
Les tengo un paquete de seis botellas
Al valor de sólo una.
¡Escucharon bien!
Les tengo seis sueños
A lo que vale una caja de huevos.
¡Y cada envase tiene suficiente contenido
Para varios meses!
Por sólo unos pocos pesos
Podrán dejar atrás toda preocupación.
Es sencillo su método de aplicación:
Recuéstese en su cama,
Luego de haber realizado todos sus deberes y tareas,
No se olvide de haber apagado el gas de la cocina,
Y de haber alimentado a las mascotas.
¡No se olvide de haber apagado la tele, por Dios!
Una vez en posición horizontal,
Aplique con cuidado una gotita en cada ojo,
Y una tercera en la frente,
Y espere unos cuantos segundos.
¡En menos de lo que canta un gallo,
La esperanza habrá regresado a su corazón!
¿El mundo es un lugar triste y oscuro?
¡YA NO MAS!
¿Le duele el alma desde que enviudó?
¡YA NO MAS!
¿Se siente feo y desdichado?
¡YA NO MAS!
Se los aseguro, no hay truco en éste negocio.
Sólo soy un hombre honrado,
Que desea ver más rostros felices.
¿De dónde saco los sueños, me preguntan?
¡Los creo yo mismo!
Desde que ando enamorado,
Que las fantasías me sobran, para dar y regalar.
¿Por qué no venderlas, me dije entonces?
Les aseguro, yo no miento nunca,
Que se sentirán calentitos por dentro,
Y seguros por fuera.
¡No hay nada como un buen sueño
Para comenzar a vivir un poco!


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

Polilla

Fantasma de polvo,
Gaviota de eras pasadas.
¿A dónde te llevarán
Tus alas de papelillo?

Ahora que el sueño
Se apodera de mi ciudad,
¿Qué será de ti,
Mariposa malparida?

¿Arremeterás con violencia
Contra soles de oro,
Lejos de este invierno?

¿O te esconderás,
Detrás de una cortina,
De la lluvia y la mentira?

Siempre odié
Tu vuelo errático,
Me recordaba el sabor
De mi propia pena.

Pero hoy,
Que el viento me sonríe,
Descubrí en silencio
Que creaste un vacío
De tiempo, de soledad,
De roto cristal,
Alrededor de mi lámpara encendida.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

miércoles, 19 de marzo de 2014

Miércoles Perfecto

Has hecho magia en este otoño:
Cuando todo parecía indicar
Que las noches serían pálido hielo,
Con tus brazos envolvísteme de vida,
Me llenaste del calor dulce de la primavera.
Me tornaste dichoso en árbol:
De mis pies salieron raíces invisibles,
Mi cabeza se llenó de ramas firmes
Que sostuvieron los nidos
De esos pájaros que son los sueños del futuro.
Fuiste la flor exquisita que coronó mis hojas,
Fuiste el sol que acarició mi clorofílica piel,
Nutriendo generosamente mi verde corazón.
Fuiste el agua que ha de regarme,
Fuiste el suelo que ha de acunarme.

Me volviste también canción,
Fuiste poesía elemental,
Fuiste sangre roja y vital,
La energía, el aroma esencial,
El tacto suave del viento estelar.

En mis ojos brotaron nuevamente lágrimas,
Pero éstas me resultaron desconocidas,
Nuevas, perfectamente líquidas:
Eran copos felices, eran briznas de alegría,
Eran el alivio de un hombre por años solitario,
Hoy encontrando esa mano delicada, tímida,
Íntima palma de rubí que por tanto ansió hallar.

Íntima palma de algodón que por una vida busqué,
Sin parar, sin pausar, sin respirar realmente,
Porque fuiste mi primera bocanada de aire,
Luego de una eternidad bajo el mar.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

Cosas por hacer

Cosas por hacer:

1) Ver farándula por la televisión un martes.
2) Sacar a pasear a mi gato.
3) Peinarme los dientes y lavarme el pelo.
4) Cocinar para veinte personas en 10 minutos.
5) Besar una mariposa en las antenas.
6) (des)Ordenar mi pieza.
7) Jugar al solitario con mi mejor amigo.
8) Romper un billete en 3 partes iguales.
9) Defender las teorías que afirman que el sol es una araña de luz.
10) Escribir esta frase.
11) Ponerme las zapatillas en las manos y los calcetines en las orejas.
12) Amasar pan, hornear sueños, comer mermelada.
13) Inventar una lupa con papel de colores.
14) Escuchar el sonido infernal de una polilla volando cerca de mi cabeza.
15) Despertarme tarde en las mañanas.
16) Secarme el agua de la ducha como un perro, morder una toalla en el proceso.
17) Determinar si los libros son alimento para el alma, o por el contrario, comida chatarra.
18) Amar sin límites ni restricciones.
19) Disfrazarme de vaquero (o de pirata).
20) Terminar esta lista.
21) ...

Autor: Felipe Guzmán Bejarano.

martes, 18 de marzo de 2014

Imposible que me espante

Me has dado el regalo más fiero,
El don más costoso,
Aquél que más quiero.

Temblaste, tu voz se intensificó,
Cuando me hablaste del miedo,
Del temor que por años te mortificó.

Sin saberlo,
O quizás lo sabías muy bien,
Abriste una puerta en tu corazón,
Y una ventana en tu sien,
Para dejarme entrar,
Como viento de zafiro,
A conocer la fragilidad escondida
Que de ti querías alejar.

Ahora, que he visto lo ilegible,
Puedo decir con propiedad,
Con mi voz de sinceridad,
Que eres la mujer sensible,
Dulce y encantadora,
Que por dentro es nadadora,
Estrella y lucero brillante,
¡Imposible que me espante!

Si con esa risa andante,
Con tus intenciones tan bellas,
¡Imposible que me espante!


Autor: Felipe Guzmán Bejarano


Cerdo y Sapa Urbanos

Un hombre gordo camina tarareando una canción.
Es tan gordo que parece un chancho,
¡Si hasta se le ve la cola por debajo del terno!
Cuando lo veo pasar, dando grandes zancadas,
Noto con sorpresa que se desprende de él
Un suave perfume a flores y fruta.
Tan dulce es la fragancia,
Que de haberlo olido antes que visto,
Hubiera creído que era una mariposa,
Y no un marrano.

Con una pezuña recoge un envoltorio del suelo,
Y tras examinarlo, no se lo come,
Para mi perplejidad,
Botándolo en su lugar en un basurero cercano.
¡Quien lo viera tan porcino y tan limpio!
El hombre gordo camina frente a mi,
Y lo sigo atento, por entre viejas urracas,
Jóvenes aleonados, y elegantes jirafas.

Se encuentra con quien, supongo yo, es su señora:
Una mujer gorda vestida de verde moteado.
Es tan gorda, que parece un sapo obeso,
¡Si hasta se le ven las membranas entre los dedos!
Se dan tierno beso, entrelazan sus brazos,
Y más que caminar, bailan hacia la entrada de un edificio.
Desaparecen tras la puerta de su corralito,
Probablemente a hacer chanchadas,
Y a sapear a quienes caminan por debajo de su balcón.

Me pregunto si sus hijos tendrán ancas de rana,
O por el contrario, jamón serrano en vez de piernas.

Sólo sé que al recordar sus papadas,
Empiezo a toser con arcadas.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

domingo, 16 de marzo de 2014

Disipada

Seis años han pasado desde que llegaste,
Tres de que te fuiste a otros mares.
Me dije que nunca te perdonaría,
Y por eso te recordé siempre con odio.
Pero con el tiempo,
Con el paso de los otoños,
Fuiste desapareciendo de mi memoria,
Lentamente,
Como la niebla matutina,
Sin que lo percibiera realmente,
Hasta que ya no estuviste ahí.
Primero tus hombros se esfumaron,
Blancas rocas de acero inmenso.
Luego tus rodillas de fantasma.
La punta de los pies, el pelo silencioso,
Tu pecho de tinieblas y erotismo asqueroso.
Te fuiste desvaneciendo, poco a poco,
Hasta que sólo quedaron tus ojos
Como dos soles negros,
Uno de muerte y el otro de tabaco.
En una explosión telúrica,
Se desgarraron en infinitas esquirlas de polvo,
En gotas de rocío ácido.
Y te fuiste, ya no existes.
Ahora que tu mirada no se posa en mi nuca,
Puedo ser libre.
¡Libre!
Me atrevo a decir tu nombre.
¡Y más que decirlo, gritarlo!
Francisca.
¡Francisca!
Mujer rata, niña arisca.
¡¡Francisca!!
Así es, nieve de arenisca,
Mueble desgastado,
¡Serpiente con ojos de avispa!
Por fin entraste a ese sarcófago
Que te pertenecía antes de nacer.
Adiós, buen viaje, hasta la vista.
Feliz estoy de haberte perdido la pista.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

sábado, 15 de marzo de 2014

La Ciudad de los Gatos

Ésta era una ciudad sin calles,
Compuesta por tejados infinitos bajo el sol.
Bares sí que habían,
También autobuses,
Y alguno que otro semáforo.
Sólo los gatos vivían ahí,
Y para la sorpresa de los forasteros,
Era un lugar bastante limpio y ordenado.
Y esto era así, porque en el colegio felino
Enseñaban desde pequeños a sus crías
A dejar las bolas de pelo en los baños.
La ciudad estaba convenientemente lejos,
Arriba en la montaña, cerca de un campo amarillo,
Donde los gatos iban de vacaciones a cazar ratones.
Los gatos ejecutivos vestían con ternos de alta costura.
Y caminaban orgullosos,
Sin mirar a los gatos vagabundos.
Todos los trabajos eran exigentes,
Pero los gatos siempre podían contar con dormir la siesta,
A eso de las 4 de la tarde,
La cual duraba al menos 2 horas.
Está de más decir que la vida nocturna
Era para trabajar,
Y que durante el día descansaban.
Los gatos políticos debatían,
Quizás más de lo que debían,
Sobre la legalidad de la hierba gatuna,
Mientras que los estudiantes marchaban
No a protestar, no:
Iban en tropel a la pescadería
Después de sus clases.
No habían matrimonios,
Los gatos se metían con cualquier gata,
Motivo por el cual tampoco habían prostíbulos,
Lamentablemente.
El negocio más rentable,
En aquella ciudad de Agosto,
Era el comercio de las bolas de estambre.
Los gatos no veían la tele,
Preferían leer el periódico.
Pero eran amantes del cine.
Enamoradizos como ellos solos,
Los artistas, los músicos, los actores ambulantes,
Todos ellos abundaban,
Repartiendo generosamente su magia.
Sin embargo, gatos abogados e ingenieros,
Médicos y psicólogos, no eran minoría tampoco.
Una vez tuvieron un golpe militar,
En donde murieron muchos gatos,
Otros tantos quedaron desaparecidos
Después de detenciones a mitad de la noche.
Afortunadamente, el ejército se disolvió
Cuando sus actos de crueldad afectaron,
De manera severa,
A la producción de la arena para gatos.
Los gatos de esa ciudad,
Con sus ojos de esmeralda,
Sus pelajes camaleónicos,
Eran todos hijos bastardos,
De padres desconocidos.
Pero eso no impidió nunca
Que un gato de buen corazón
Tratase a un minino,
Del modo en que trataría, hoy,
Un padre humano, a su hijo humano.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

No Tocar

Paseábame yo por una galería de arte, en algún rincón de esta capital contradictoria, mirando con detención cuadros y pinturas de una delicadez exquisita, cuando mi atención se posa sobre un pequeño letrero de un amarillo desgastado, el cual rezaba, créanlo o no, "Favor NO TOCAR las pinturas".
Esas palabras me indignaron, me sentí herido y pasado a llevar.
¿Cómo pretenden que no acaricie algo que me tocó en lo más hondo? Aquello que caló en mi fuero interno y que dejó su huella en mi alma, es una crueldad que no pueda ser tocado de vuelta. No pienso romper, ni ensuciar, menos aún violar la obra, sólo pretendía hacerle un mimo, rozar sus marcos con ternura. Demostrar con un gesto íntimo mi agradecimiento infinito.
Mis pies firmes en el suelo, frente al cartelito infame, pero mi mente volando lejos, pensando, sintiendo.
Me dije a mi mismo, "¡Qué perversos son los músicos! Creando esas melodías eternas, que hieren o elevan el espíritu humano, esas voluptuosidades musicales, esas turgencias del sonido, tan lejanas, pero tan adentro." Debe ser por eso que alguna brillante persona inventó el baile, para intentar asir esa invisible magia que es la música, que siempre se escapa a las palabras y que abunda en las rocas y los poemas.
Me acordé de mis libros. ¡Ah, mis hermosas novelas! ¿Quién no se ha conmovido hasta las lágrimas, quién no se ha emocionado profundamente con la lectura? ¡Cuántos mundos encierran las páginas de papel fogoso! Acostumbro a acariciar, oler y besar los libros que más me han enamorado.
Por eso, concluyo, si algo me toca en lo hondo, merece ser tocado de vuelta.
Es lo justo.
Por eso, no te asustes si es que pido tomarte de la mano.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

viernes, 14 de marzo de 2014

Masturbación

Fiebre, obsesión enfermiza, manos impacientes que esperan desenterrar carne a palmadas siniestras, como sacudiendo con violencia cuchillos venenosos. Temblores en los hombros, fría gota de sudor que recorre la espalda, mirada perdida en visiones autoeróticas, en pensamientos perversos. Sangre de ángeles que se escurre por entre las rendijas de las persianas salpica las sábanas, destruyendo con su ardor cualquier recuerdo de niñez, desbaratando la inocencia, endureciendo toda emoción. Y el trance maldito nos convierte en máquinas, que parecen bailar presa de convulsiones y espasmos de tobillos. Algo dentro nuestro nos dice que ya es hora, y como volcanes de hueso y pasión se desprende de nuestro núcleo mismo el magma escurridizo y perturbante que tanto anhelamos. Fuego. Muere la ceniza, calcinada entre los dedos, despedida hacia el útero invisible de las estrellas lejanas. Entre jadeos e improperios, los ojos cerrados por el placer mortífero, el mecanismo animal cesa su sacudida, y procede a encogerse, lenta y constantemente, vaciando el corazón, vejiga y mente, reduciéndose y doblándose sobre sí mismo hasta que la piel se desgarra en silencio y se cae en la inconsciencia del no ser.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

Camila

Quiero hacerte, Camila, un regalo,
Por ser amiga real y sincera.
Escribo estos versos sobre ti,
Buscando sacarte una sonrisa verdadera.

Perdóname, no te enojes,
Si te llamo avestruz magnética,
Cebra multifacética,
O alpaca que no encoje,
Pero, ¿quién no ha pensado en ti
Como se piensa en un delfín estelar?

Si desatas tu dulzura intensa
Con esos abrazos azucarados
Y con tus hilarantes ojos de chocolate,
Es imposible que no me muera de diabetes.

El color de tu ropa lo usas para expresarte:
El rojo para arrojar a la basura los temores;
El azul para asolear con ternura al triste;
El verde para ver al mar brillando a lo lejos;
El amarillo, simplemente, para amar.

Quiero darte, Camila, este regalo,
Porque sin tu matemática loca,
Sin tus pelos rulientos e ilógicos,
Nadie sería hoy, digo yo,
Feliz realemente.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

jueves, 13 de marzo de 2014

Don Carlos

Caballero de gesto gentil,
Corcel valiente y armadura de marfil.
Quijotescos ideales,
Y espada roja contra los males,
Siempre tiene una sonrisa para los leales,
El niño, el loco, el pobre y el senil.

Hombre del mañana,
Hijo del sol.
Héroe de mil batallas,
Hidalgo de Dios.

Campeón de leyenda,
No abandones tu noble senda.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

Caminando Juntos

Voy por un camino
De mariposas amarillas
Los ojos soñolientos
La sonrisa descubierta
El sol me limpia
El viento me purifica
A través del aire me llega
El dulce aroma del mañana
Esa fragancia sencilla
A pasto mojado y luna

Cien caricias en mi piel
Dan tus aguas por segundo
Cien alfombras de papel
Se asoman por un libro
Que espera por ser presa mía
Y llenar de alegría mi vida
Llenar de canciones mi alegría
Colmar con tu voz las canciones
Saciar de esperanza tu garganta
De rosa y de ángel dichoso

Los relojes en silencio
Esperan expectantes a vernos danzar
Cuando den las doce y seis
Saldrán las palomas a ronronear
Y sus movimientos locos de cabeza
Nos harán reír

Yo sé quizás no mucho
Pero hay un río allá afuera
Que está esperando tus pies desnudos
Mis brazos hundidos en su abrazo blanco
Nuestros pelos dorados bajo la luz
De un cálido mañana



Autor: Felipe Guzmán Bejarano

sábado, 8 de marzo de 2014

Los Labios más Rojos

Mi corazón es un campo,
Y tú eres la primavera:
Me llenas de vida,
Devuelves el calor a mi pecho;
Llenas de flores y luces
Lo que antes era nieve en mi lecho.

Mi mente es un pájaro,
Y tú eres dulce viento:
Me impulsas, me elevas,
Me llevas alto, junto al sol;
Eres el cielo que surco,
Eres las nubes, eres celeste canción.

Mi espíritu es un barco,
Y tú eres el suave mar:
Me meces, me sostienes,
Y con tus olas de zafiro me agitas;
Con tus perlas y caracolas,
Eres el azul que en mí habita.

Eres pasto, árbol, uva y vino rojo,
Eres tierra fina, luna y plata en remojo.
De noche eres la estrella que para guiarme escojo,
Eres la niña de los labios más rojos.



Autor: Felipe Guzmán Bejarano

viernes, 7 de marzo de 2014

Del Humo al Hombre

Vuelan las sombras lejos de aquí,
Se van corriendo las noches azules.
El viento se llena de soles y abedules,
Y la fragancia del día me recuerda a ti.

Tus ojos no son otra cosa más que primavera,
La luz que despiden son flores, son rosas.
Se embellece todo lo que en tu mirada se posa,
Pues para mí, tu eres la estrella, la mujer primera.

El crepitar del fuego susurra tu nombre,
En las llamas, tu pasión escondida.
Tu toque sanó todas mis heridas,
Por ti dejo de ser humo, para volver a ser hombre.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

miércoles, 5 de marzo de 2014

La Nieve

Era un furioso sol de Marzo el que golpeaba el mundo ese día, con la fuerza de un dios que despierta con una rabieta monumental. Sin embargo, los potentes rayos de luz se veían ensuavecidos y acunados por los brazos infinitos de los árboles que rodeaban al joven, creando delgadas, aunque deliciosas, sombras amarillas que bañaban el camino invisible por el que deambulaba. La respiración pesada, la mente despejada, los hombros morenos cargaban con el peso de una mochila de aspecto olvidado. La camisa vuelta una segunda piel, el sudor recorría su cuerpo con la misma insistencia de la sangre en sus venas. 

Caminaba sin rumbo, subiendo, siempre buscando la altura, rodeando rocas que bien podrían haber sido monolitos de eras antiguas. El bosque se esparcía por kilómetros a la redonda, según juzgó al darse la vuelta para admirar el valle que tenía a sus pies. Horas atrás, había entrado en esa tierra mística de la que tantas historias había escuchado. Troncos, arbustos, hojas, capullos, un infierno del más silencioso verde y del más sereno café que se expandía en todas direcciones. Para un hombre que nació y creció en el mar, el Monte de las Edades era un universo incomprensible de raíces que se retorcían como las entrañas vivas de la tierra, y de piedras que salpicaban el suelo de un gris musgoso. 

El aleteo esporádico de pájaros desconocidos que alzaban vuelo por entre las ramas solía mantenerlo atento, pero le resultaba desconcertante la ausencia de animales y bestias peligrosas, que creía más abundantes, más ansiosas de carne fresca, como advertían las leyendas. Las piernas del joven le dolían, luego de haber caminado días sin parar, atravesando los Pastizales del Fin, pero de cierta forma el cansancio le resultaba sostenible mientras se mantuviera en movimiento. 

Primero lo escuchó, despacio, lejano, pero insistente. Luego lo olió, la humedad mojando su espíritu y operando como un bálsamo sobre su piel agotada. Dejó que sus sentidos lo guiaran, hasta que encontró un riachuelo que bajaba por la ladera del cerro, el cual cruzaba entre los árboles con delicadeza, despejando el cielo sobre su cabeza. El calor resultaba aplastante, y no tardó en remojarse el rostro orgulloso, el pelo negro, los brazos fuertes, los pies desgastados. Llenó una pequeña bolsa de cuero con el líquido revitalizante, y tras calzarse las botas oscuras nuevamente, reanudó la marcha. 

Anduvo unas horas siguiendo el curso del agua, su vieja amiga, río arriba. Llegó a una ladera que parecía reducir la inclinación, en la cual había un pequeño claro natural. Las nubes empezaban a plagar el cielo, mientras que la hora del atardecer se acercaba implacablemente. Entonces la vio. Una enorme pared de vegetación, de zarzas, espinas y púas, junto a rocas afiladas y gruesos troncos con la dureza del acero. Detrás de ese muro insalvable, las copas lejanas de los árboles parecían querer ocultar lo que él estaba buscando: el blanco corazón de la montaña, el alma de los perdidos, la hija del invierno, la madre de los lobos; aquella sustancia perdida que llamaban La Nieve. La impresión de lo que tenía ante sus ojos incrédulos lo botó de rodillas. "Pronto podré hacerlo", pensó el joven. Sólo tenía que atravesar el obstáculo que tenía en frente, caminar uno o dos días más, y lo habría logrado. 

Cuando consiguió levantarse y avanzar unos cuantos pasos, sintió un repentino escalofrío, y al parpadear notó que todo lo que tenía frente a él había cambiado, como si un encanto se hubiera roto, como si un velo que le cubría la mirada hubiera caído: cadáveres esparcidos por doquier; cuervos cruentos que se peleaban por trozos de carroña y armadura de antiguos hombres; fuego en el cielo y veneno que corroía el suelo; la garganta lacerante y sedienta, la cantimplora vacía; la luna roja brillando inquietantemente por sobre la cúspide nevada del Monte de las Edades; y lo más aterrador, unos ojos lobunos, un aullido agudo delante suyo, y el gruñido de diez demonios a su espalda. El joven desenvainó su cuchillo.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

martes, 4 de marzo de 2014

Con amor, para Cristobal

Hermano de mi alma, Cristobal de mi vida,
La noche regaló sus estrellas más bellas el día que naciste para pintarte el corazón,
La montaña donó su nieve más blanca para llenar de canciones tu mirada,
El sol coronó tu frente con las luces de un atardecer de verano frente al mar.

Cuando llegaste, nuestra casa floreció,
Nuestras ventanas mostraron ciudades distintas cada mañana,
Las alfombras parecían bailar como peces al ritmo de música invisible.
Las paredes se vistieron de azules, celestes y verdes, felices de recibirte.

Con tu sonrisa burlona, tus ojos sinceros,
Desafías a la crueldad del mundo, luchas contra la injusticia,
Invitas al cambio al villano, reduces a polvo las maldades.
Tu risa derriba toda barrera y trae consigo la vitalidad de los bosques.

Sombras y miedos no habrán a tu paso,
Solo calor y el dulce abrazo de tu voz.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano