viernes, 22 de diciembre de 2017

Despedida

Amigos míos, queridos amigos míos,
Hermanos, hermanas, amores:

Perdonen mis años de volutas de humo,
Las quimeras, decepciones y cenizas.

Tantas imprudencias, frutos del orgullo frío.
Blasfemias, miles, por mi falta de amor propio.

Les pido disculpas por mis promesas vacías,
Ignorándolos mientras seguí almas desleales.

Me avergüenzo hoy de tanta autoinmolación,
De la falta de respiración estoy arrepentido.

He aprendido lecciones luego de haber estado
Congelado en el fondo de ocho lagunas.

Saqué mis propias conclusiones, así como ustedes
Han comprendido la naturaleza de mi carácter.

Es por lo mismo, que les agradezco sus sonrisas,
Y que les digo que debo soltar sus manos.

Es mi deber atravesar volando los oceános,
Y hacer del fin del mundo mi punto de partida.

Sepan que estaré bien, que mi imprudencia innata
Se encuentra bajo la guía de un hombre más sensato.

Sepan, queridos, que los libro de mi compañía rastrera,
Y que mis chistes malos no habrán de rondarlos más.

Me llevo las plumas, las piedras, los espejos,
Las palabras y los besos que me han dado estos años.

Cargo en mis bolsillos cuanto me recuerda a ustedes,
Y mi memoria está llena de sus rostros y colores.

Partiré con la primera luz del alba, coronado
Con agujas de luz y espinas de esperanza.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

Vistazos a la noche

El viejo maestro dijo a sus discípulos:
"Quemen sus barcas, y corran hacia el bosque".
Los jóvenes idealistas creyeron que era
Otra enseñanza del anciano, y obedecieron.

Cuando el último de sus aprendices partió,
El hombre bebió de un frasco pequeño,
Tan ligero como una pluma, y pesado,
Pesado como una sentencia de muerte.

Cerró los ojos, y recordó tiempos tristes,
Con nubes rojas y mujeres ensangrentadas.
Luego escuchó un relincho a sus espaldas,
Se volteó, y murió dando vistazos a la noche.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

martes, 12 de diciembre de 2017

La casa negra

Llevo tiempo ya a oscuras
En esta casa infernal,
Dándome contra las paredes.

Vive conmigo un primate loco
De ojos ardientemente negros
Que se encarama a mi espalda.

Me susurra enroscando su voz.
Dice cosas sobre las piedras,
Las carrozas que vienen y que van,
Me explica sobre ciencias muertas.

Me susurra la verdad, yo sé.

Pero no tengo tiempo para escribir.

La comida está en la mesa,
Orbitada por lunas de polillas.

Debo apresurarme,
Cruzar la puerta y sus cruces,
Y consagrar la comida en la mesa.

El mono desquiciado tiene hambre.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano