miércoles, 4 de octubre de 2017

La Octava Casa

Es de noche, la luna canta en lo alto, desciendo en las aguas.
Pienso en ustedes, enemigos, me embebo de sus miradas,
Y entro por la única puerta que siempre ha estado en mi interior.

Dentro no hay luz, no hay oscuridad, no hay ruido ni silencio.

Aparece entonces la muerte, y pienso "oh, es la muerte".
Carga en sus espaldas un atado de sarcófagos y mortajas.
|Éste de aquí es el tuyo|, me indica con su delicada mano.

¿En qué clase de sepulcro me vine a meter?

|Había esperado por verte| me dice con seguridad en la voz.
"¿Por qué la muerte querría verme, si no es para matarme?"
|Ven conmigo, aquí sólo nos acompañan los tristes difuntos|.

"¿Qué hay de mis hermanos?" le pregunto a la muerte.
|Aquí sólo nos acompañan los cadáveres de los pájaros|.
"¿Qué hay de mis amigos? ¿Qué es de mis amores?".

|Aquí sólo nos acompañan los cuerpos de los gusanos|.

"¡Quiero salir de aquí! ¡Tengo que salir de aquí!" le digo.
Abre entonces sus ojos la muerte (los tenía cerrados)
Y latigazos de piedra resuenan a lo lejos, haciendo eco.

Fuego empieza a caer del techo, y pienso "oh, hay techo".

Pero dejo de pensar en el techo y me miro las manos.
Me miro los brazos y me miro las piernas, arden con rabia.
Y ahí me doy cuenta de que me duele, de que estoy llorando.

|¿Le tienes miedo a la muerte? ¿Le tienes miedo a la vida?|

Caballos galopan a nuestro lado, sin tocarnos, ignorando el fuego.
"¿Qué quieres de mí, muerte?" le pregunto, ignorando su pregunta.
|Sólo estoy de visita. Vine a enfrentar a mi discípulo contra la verdad|.

Ahí es cuando recuerdo que soy aprendiz de la muerte.

¿Qué tantas cosas he olvidado de mi persona?
Mi cuerpo se consume y salta con fuerza una idea,
Una única y terrible idea: "Esto tiene que pasar, ¿verdad?"

|Así es, discípulo. Tienes que morir porque tienes que nacer|.

El fuego, los látigos, los caballos desaparecen. La muerte se va.
Y emerjo de las aguas, respiro hondo, y pienso "oh, estoy vivo".
Mis músculos están descansados, mi mente relajada, mi alma, nueva.

Imagino a la muerte diciendo trémula |¿Le tienes miedo a la vida?|.

"Esto tiene que pasar" me repito. Puedo seguir viviendo ahora.
Estoy renovado, ya no tengo enemigos, porque me dejé atrás,
Y porque volví a nacer, más dulce, más tierno, más yo otra vez.

Dejo bajo las aguas los cadáveres y los sepulcros, y reanudo mi camino.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

Inalterable

Dícese de un fénix de papel,
Un ave feliz, roja y carmesí,
Envidiada por un hombre
Que no toleraba su libre vuelo.

Siguió al pájaro por años,
Odiando sus colores y su canto,
Buscando oportunidades
Para apresarle y hacerlo suyo.

Una tarde, sin saber bien cómo,
Lo atrapó, y sin perder tiempo
Lo metió en una jaula de bronce
Que compró mucho tiempo atrás.

"La libertad no existe", le dijo,
"Y tú serás miserable prisionera."
El fénix de papel ardió entonces,
Autoinmolándose frente al hombre.

Sus alas de origami cayeron marchitas
Y de las cenizas se alzó un suspiro,
Blanco como las nubes ese día,
Y el alma del fénix reanudó su vuelo.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano