El viejo maestro dijo a sus discípulos:
"Quemen sus barcas, y corran hacia el bosque".
Los jóvenes idealistas creyeron que era
Otra enseñanza del anciano, y obedecieron.
Cuando el último de sus aprendices partió,
El hombre bebió de un frasco pequeño,
Tan ligero como una pluma, y pesado,
Pesado como una sentencia de muerte.
Cerró los ojos, y recordó tiempos tristes,
Con nubes rojas y mujeres ensangrentadas.
Luego escuchó un relincho a sus espaldas,
Se volteó, y murió dando vistazos a la noche.
Autor: Felipe Guzmán Bejarano
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