martes, 18 de marzo de 2014

Cerdo y Sapa Urbanos

Un hombre gordo camina tarareando una canción.
Es tan gordo que parece un chancho,
¡Si hasta se le ve la cola por debajo del terno!
Cuando lo veo pasar, dando grandes zancadas,
Noto con sorpresa que se desprende de él
Un suave perfume a flores y fruta.
Tan dulce es la fragancia,
Que de haberlo olido antes que visto,
Hubiera creído que era una mariposa,
Y no un marrano.

Con una pezuña recoge un envoltorio del suelo,
Y tras examinarlo, no se lo come,
Para mi perplejidad,
Botándolo en su lugar en un basurero cercano.
¡Quien lo viera tan porcino y tan limpio!
El hombre gordo camina frente a mi,
Y lo sigo atento, por entre viejas urracas,
Jóvenes aleonados, y elegantes jirafas.

Se encuentra con quien, supongo yo, es su señora:
Una mujer gorda vestida de verde moteado.
Es tan gorda, que parece un sapo obeso,
¡Si hasta se le ven las membranas entre los dedos!
Se dan tierno beso, entrelazan sus brazos,
Y más que caminar, bailan hacia la entrada de un edificio.
Desaparecen tras la puerta de su corralito,
Probablemente a hacer chanchadas,
Y a sapear a quienes caminan por debajo de su balcón.

Me pregunto si sus hijos tendrán ancas de rana,
O por el contrario, jamón serrano en vez de piernas.

Sólo sé que al recordar sus papadas,
Empiezo a toser con arcadas.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

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