El don más costoso,
Aquél que más quiero.
Temblaste, tu voz se intensificó,
Cuando me hablaste del miedo,
Del temor que por años te mortificó.
Sin saberlo,
O quizás lo sabías muy bien,
Abriste una puerta en tu corazón,
Y una ventana en tu sien,
Para dejarme entrar,
Como viento de zafiro,
A conocer la fragilidad escondida
Que de ti querías alejar.
Ahora, que he visto lo ilegible,
Puedo decir con propiedad,
Con mi voz de sinceridad,
Que eres la mujer sensible,
Dulce y encantadora,
Que por dentro es nadadora,
Estrella y lucero brillante,
¡Imposible que me espante!
Si con esa risa andante,
Con tus intenciones tan bellas,
¡Imposible que me espante!
Autor: Felipe Guzmán Bejarano
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