sábado, 21 de noviembre de 2015

Canción del Dividido

Querida, no puedo pedirte
Que ignores al hombre
Que vive en mi espejo,
Ni puedo hacer que olvides
Mi empañado reflejo.
Pero quiero que sepas,
Amada, preciosa mía,
Que la tristeza de cristal
Es un espejismo colosal,
Una ilusión y nada más.
Querida, al final del día,
El hombre que ansía la paz
Reemplaza siempre al tirano,
Y será el sol soberano
El que sobre el amor rija.
Cuando la oscuridad me cobija
No tengo más deseo que ser luz,
Y cuando la muerte me elija
Y me obligue a cargar su cruz,
Tu sonrisa será todo mi cielo
Y tu piel el más dulce suelo.

Querida, la rabia y la impotencia
Son producto de mi inseguridad,
Son la parálisis en la cadencia,
Y los hijos de la soledad.
Por eso necesito de tu mente,
Tu palabra, tus cariño, tu fuego,
Para terminar definitivamente
Con este enfermizo juego
Al que yo mismo me he condenado.
Ay, Daniela, mi corazón
Mas bien parece un dado,
Saltando al azar, sin razón,
Dictando risas, besos, llantos,
Cuando sólo quiero dedicarte un canto
Que sea bueno para tu alma,
Niña, hada de bondad y calma.

Espero puedas perdonarme, querida,
Por cada vez en que te abrí una herida.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

No hay comentarios:

Publicar un comentario