lunes, 30 de noviembre de 2015

Después de la Marcha

Después de la marcha, miedo:
Se dispersaron los nobles estudiantes
Y asomó el monstruo sin cabeza,
Sin cerebro, sin piel que ceda en la herida,
Aullando entre dientes de metal,
Desgarrando con colmillos de huracán;
Afloran los matarifes y los paladines,
Jugando a establecer el orden, algunos,
Jugando a romper cráneos los otros.
Con el fuego de los tigres dispararon
Los guanacos, hermosos y aberrantes,
Cayendo como rayos negros los balines
De goma furiosa, espasmódica y brutal,
Mientras las piedras terribles orbitaban,
Peligrosamente, junto a las cabezas
De transeúntes y blindados carabineros.
Gritos y alaridos de guerra, que eran
Como pendones sangrientamente orales,
Proferidos entre los semáforos caídos
Y la señalética pública destrozada.
Las farmacias convertidas en búnkeres,
Ferreterías en trincheras convulsionantes,
La Alameda vuelta un fértil campo
Cuyas únicas semillas son el pánico,
El rencor, la violencia, y la sangre derramada.

Después de la marcha, las noticias:
Toda la escena accesible a los ojos ávidos
Del televidente en su cómodo sillón,
Que se horroriza y espanta visiblemente
Mientras critica la lucha, olvidando
Que alguna vez también fue guerrero.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

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