miércoles, 25 de julio de 2012

Harry Steinberg Dawson pt. 3

Una vez afuera del edificio, Harry se sintió perturbado por la claridad del aire, la nitidez del cielo y el estrepitoso silencio.  "Betania" (la calle del edificio de Eric, perpendicular a 14Oeste) nunca fue un lugar muy transitado, pero ese silencio seguía siendo peculiar. Por la 14Oeste tampoco pasaba nadie, ni siquiera escuchaba los autos venir desde la Alameda. Era como si momentáneamente todo el mundo hubiera desaparecido. Esta soledad, este constante silencio, esa maravillosa quietud, le trajo a Harry un profundo sentimiento de paz. El impertérrito mundo a su alrededor estaba en sintonía con él, sentía que por primera vez las cosas funcionaban a su mismo ritmo, por lo que decidió caminar a un paso más lento de lo imaginable. Siguiendo las instrucciones que le anotó el Dr. Blair en una mundana servilleta, cruzó las calles más atestadas de vehículos, con un sosiego indescriptible. El mundo no estaba completamente solo, claro que veía a un par de personas caminar por la calle, se fijó en los viejitos dándole pan a las palomas en la Plaza de las Rosas, los ciegos caminando con sus lazarillos por las veredas verdes y las niñas pequeñas comiendo un helado a la hora del almuerzo con sus padres de la mano, pero todo seguía ese irrompible ritmo amigable.

El camino al insospechado edificio oscuro era más largo de lo que se veía desde ese piso 12 en que le señaló Eric. Caminó por lo menos 70 minutos antes de que viera su viejo reloj atrasado. Marcaba las 15:27, pero era difícil guiarse por tal maquina debido a las complicaciones de su ineficiencia cronológica. Le echó una hojeada a la inmunda servilleta, y vislumbro que: si bien podía reconocer todo el camino, no estaba seguro en qué punto del improvisado mapa se encontraba.  Quizás se había pasado por 3 cuadras el primer poste que le indicaron para tomar la próxima calle hacia la izquierda, o quizás le faltaban aun 500 metros hasta encontrarse con la cabina de teléfonos más antigua de la ciudad, punto en que solo tendría que girar a la derecha y se encontraría de frente al edificio. Decidió apostar por que eventualmente se encontraría con el nombre de una calle y podría ubicarse, en realidad no le importaba mucho, pero se imaginaba que estaba atrasado, aunque esto no significó ninguna especie de apuro en su marcha, pues no quería desperdiciar esa paz de la que todavía gozaba en plena calle pública. 10 minutos después de caminar le pareció extraño no encontrarse con ninguna calle que dividiera la cuadra en la que se encontraba. La Plaza Magrite era grande, pero no  tanto. Miró hacia el interior del parque contiguo, y vio una humilde fuente, rodeada de rosas de todos colores y con un faro al centro, era  su fuente favorita de la ciudad, iba mucho allá con su madre cuando era pequeño, cuando conoció a Sofía fue el primer lugar al que la llevó, era muy importante para él. Por esa misma peculiar razón le tenía mucha confianza al agua de la fuente y siempre solía beber de ella. Referente al caso, estaba muy sediento por la caminata, asique fue a refrescarse. Una vez saciada su garganta, pensó en reanudar la marcha, pero prefirió sentarse en una banca anaranjada que estaba a su lado, así podría descansar los pies un rato y reubicarse. Observó la modesta fuente con el imponente faro frente a sí, esta rodeada de un anillo de rosas de todos los colores, luego el anillo circuncéntrico que correspondía al camino y sus banquitas, de las cuales una tenía una estatua del pintor que daba nombre al parque. Alrededor de todo esto había un bosque de manzanos, los cuales proporcionaban la agradable sombra para los calurosos días de verano. El sonido del agua corriendo le daba un toque cuidadosamente infantil al lugar.

-"Agradable forma de actuar la suya, una figura esplendida, un andar muy refinado. ¿No le da miedo manchar ese bonito abrigo que lleva puesto?"

-"No realmente, ni siquiera es muy costoso, me lo regaló mi abuelo hace ya mucho tiempo. Lo use en una fiesta hace unos días, asique tiene sus marcas de guerra."

La interrupción no asustó a Harry (aunque para ese minuto ya había perdido la paz que sentía al inicio de su recorrido), la panorámica vista que tenia de todo el parque era un buen distractor que no dejaba que pudiera irritarse ni asustarse con nadie (aunque tampoco lo hacía normalmente). Volteó la cabeza para ver a su interlocutor de frente, ni siquiera había notado que se había sentado junto a él en el banquito anaranjado. Vio a un hombre de barba oscura, que no aparentaba más de 40 años, tenía un sombrero amplio y negro como su abrigo, que llevaba una pluma purpura en la copa. Llevaba una bufanda del que combinaba con el color de la pluma, unos pantalones de seda tan negros como el resto de su vestimenta, sin embargo unos zapatos relucientemente blancos, estaba fumando un cigarrillo que peculiarmente olía mas a lechuga tostada que a tabaco y tenía en sus manos un libro abierto, pudo reconocer en su portada "In His Own Write". Claro que este minucioso análisis no fue la primera imagen que se llevó Harry del carismático hombre, antes que nada se fijo en su cara. No fueron sus facciones lo q lo sorprendió (la mayoría de estas estaban cubiertas por una prominente barba de cualquier forma) sino el hecho de que estaba usando 5 pares de anteojos, todos del mismo modelo con un marco completamente redondo, pero con los lentes de distintos colores.

-"Veo que no es un hombre que se deje llevar por el valor de las cosas, aunque este sea incluso sentimental. Además de su buena postura es un hombre inteligente, ya lleva 2 cosas que me agradan."

-"Bueno, muchas gracias. Me halaga." Si bien Harry no solía hablar mucho con desconocidos (o con nadie en absoluto para esos términos) había algo en este hombre que hacía que su incesante conversación no fuera incomoda, como suele suceder.

-"Perdóneme si lo interrumpí- continuó el hombre- pero lo notaba tan concentrado y lo vi caminar con tanta gracia hace un rato que pensé que no se daría cuenta y se molestaría mucho si le pasaba algo a ese bonito abrigo. Quizás sea viejo y este ya muy maltrecho, pero apuesto que a su abuelo le debió costar una fortuna."

-"La verdad lo ganó en una apuesta" Harry no se dio cuenta de lo que decía. Nunca hablaba de esta anécdota con nadie, pero ya había iniciado, asique era mejor si terminaba. "Era un gran jugador de póker, cambió este mismo abrigo por una noche con la mujer que el día de mañana seria la madre de mi padre. Esa misma noche, con mi abuela presente, volvió a recuperar el abrigo de manos de los negociantes de cortesanas, además de que liberó a mi abuela de su horrible contrato."

-"¡Pero qué héroe! Esa es una espectacular historia para los nietos. Sería una pena que usted perdiese ese abrigo. Ya no solo tiene valor monetario y sentimental, definitivamente posee un valor histórico bien justificado."

-"¡Bueno usted mismo tampoco se ve como un hombre que le haga falta tal indumentaria!" Respondió Harry con cierta fuerza no intencionada, quería que la conversación cambiara de foco, no le gustaba que la gente apuntara atributos de él, ni de su ropa, ni de la gente conocía, ni de sus cosas, ni de nada que estuviera muy cerca de él.

-"¡Oh! Perdóneme si lo he ofendido en cualquier forma, no fue mi intención. No lo culpo, a veces puedo ser algo intrusivo, mil disculpas. Aunque, refutando a su comentario, puedo decirle con completa honestidad que toda esta ropa es completamente regalada. Excepto los anteojos, esos los colecciono. Me permiten ver este bellísimo parque con distintas miradas."

El hombre producía un efecto extraño en Harry. Cualquier otra persona que hubiera dicho lo del parque no le habría causado mayor importancia, después de todo,  él también creía que el parque era hermoso. Pero por alguna razón, que tuviera ese punto en común con aquel viejo hombre lo instaba a continuar su conversación, a aprender más sobre ese hombre y cómo era posible que viera en el parque lo mismo que él podía ver.

-"¿También le gusta el parque? ¿Vive por aquí?"

-"Oh, pero mi amigo- respondió el hombre- creo que mis ropas lo han engañado ¡Yo vivo aquí mismo! Y en cualquier parte en realidad, todo lo que tengo me ha sido dado y habito en el mundo que me dio mi señor. La gente transeúnte del día a día me llamaría un vago."

-"Oh perdone, no tenía idea." Harry calló en silencio.

-"No te preocupes hijo mío, se que en el fondo me tienes una envidia sana."

-"¿Cómo así?" Preguntó Harry extrañado.

-"No tengo obligaciones y mi casa tiene una vista que apuesto que es mejor a la de la tuya."

Harry lo pensó unos segundos, en realidad no creía que su vida fuera peor ni mejor que la del viejo. Si bien vivía en un departamento en vez de afuera y tenía un televisor y otras ventajas, no creía que estas le ayudaran. No le molestaba trabajar para pagar por ellas, solo se despertaba y era lo que hacía durante el día. Tampoco creyó que le importaría vivir afuera, sería lo mismo. Se levantaría, iría a trabajar dentro de un edificio, volvería al exterior, que sería su hogar, y seguiría su vida como antes. No habría verdaderas diferencias. Aun así, rió por cortesía.

-"Joven,  ría nomas. Quizás pueda pensar que sus cosas le dan comodidad, y espero que realmente se la den. En cualquier caso se ve como un hombre inteligente, que sabe que estas cosas no le dan la felicidad. Parece un hombre afortunado, dígame: ¿Hay alguna señorita que le de la felicidad de la que estoy hablando?"

Harry no pudo contestar a la pregunta. Vaciló un minuto, pero antes de abrir su boca (sin estar completamente seguro de lo que iba a decir) fue interrumpido por el mismo viejo:

-"En realidad no importa ¿sabe? Hay gente que le da demasiada importancia. Es verdad, todos queremos a alguien que comparta nuestra vida. El amor es importante, es quizás la base de todas las cosas." 
Harry tenía muchas ganas de interrumpirlo, ahora quería contarle sobre Sofía, pero no encontraba un minuto propicio para irrumpir en el relato. 
"Pero ahora está por todas partes. Se dopan con las religiones, lo ponen en su música, esta prostituido por la publicidad. Los poetas hablan de él, los adolescentes se emborrachan con él, todos aparentar tener una nueva convicción sobre el amor, el mundo y los misterios, pero ¿Se habrá alguien detenidamente puesto a pensar en lo que significa, de donde salió?" 
Cada vez estaba más ansioso por interrumpir al viejo, tenía la inexplicable necesidad de hablarle sobre Sofía. 
"Un origen, un pasado para el continuo presente que ahora le otorgan. Tiene que ser descubierto, alguien tiene que descubrirlo dentro de sí mismo. Todo el punto de la vida es la búsqueda de uno mismo. No en lo que uno puede hacer, en lo que uno puede llegar a ser, no en lo que uno fue o en lo que será, sino en lo que uno ES. Debe estar dentro de uno de nosotros. Y si esta dentro de uno mismo, no puede venir de la otra persona. No hay que encontrarlo en las demás personas, hay que encontrarlo en uno mismo y compartirlo con ellas. Pero ya hemos pasado esa barrera y ahora lo estamos regalando, lo perdimos cuando lo encontramos." 
No podía concentrarse en lo que estaba diciendo el viejo, tenía demasiadas ganas de explicarle que si conocía a alguien especial, y que la estaba buscando. 
"Todos estamos en este mundo por algo, y yo creo que es más probablemente para eso. Todos podemos encontrarnos a nosotros mismos, y a través de nosotros encontrar a los demás, y a través de los demás encontrarnos a nosotros. Y el amor es el canal para hacerlo, pero no como lo hacen hoy, no como te lo inyectan, como lo ejecutan en tu sistema. O te rodean de él, o te lo alienan completamente. Y al final tu concepción de tu interior, y del exterior, son completamente corrompidas por tu propia situación. La realidad la compartimos, pero en tu propio int—"¡¿Que está diciendo?!" Harry se paro del banco.

Explotó, estaba confundido, mareado, entendía lo que decía el viejo pero no podía razonarlo, todo se veía distorsionado porque no podía contarle sobre Sofía. De pronto se sentía pequeño  y  débil. Se quedó ahí parado. Sin idea de que hacer, sin idea de que pensar, completamente en blanco.

-"¡Mire joven!" Harry, se dio media vuelta al escuchar la indicación del viejo. Vio la modesta fuente rodeada de rosas, el faro que tenía en medio repentinamente se encendió con una luz verde, el agua brotó con fuerza y rego a todo el montón de rosas de alrededor, las que brillaron como nunca con la reflexión de la luz en el agua.

-"Siempre espero ese momento del día, me siento en este banquito y leo algún buen libro. Hasta que la fuente se riega a sí misma. ¿No es maravilloso? El maravilloso paisaje de repente se da cuenta que se está haciendo mal en todo su hermosura, asique decide desequilibrar completamente su armonía, con una combinación de colores completamente aleatoria. Dentro de su caos crea un fenómeno tan irrepetible. Todo para poder mantener su figura esplendida típica. Cambia radicalmente para mantenerse igual, lo que no sabe es que el cambio es más hermoso que la rutina."

Harry tomo una profunda bocanada de aire y volvió en sí. Pensó en Sofía y en que ya debería ser hora de que se fuera. Tendría que apostar por uno de los 2 caminos que tenía y encontrar el edificio con ensayo y error. Se dio vuelta y encontró al viejo de pie, hablando con otro hombre, que se veía ligeramente más joven que él. Vestido con ropas más elegantes que el primero, un chaquetín de seda y un traje a cuadrille, tenía pinta de siquiatra, su peinado chivo y pequeños lentes redondos aportaban el ideal toque a este estereotipo tan bien formado en la cabeza de Harry.

-"Disculpe si mi loco hermano lo molesto Joven." Dijo el viejo ligeramente más joven. "Mi nombre es Jerome Smith. Yo y mi hermano Winston visitábamos este parque a menudo. Ahora mi hermano vive acá afuera solo, yo vengo a detenerlo de molestar a la gente cuando puedo. Extrañamente no es capaz de entender que a la gente no le gusta que les hable un extraño, mucho menos con esos ropajes que lleva. Con su permiso, nos retiramos caballero."

-"¡Espera amigo!" Le grito Winston a Harry. "Se te cayó esto mientras hablábamos." Le pasó la inmunda servilleta con el mapa de Eric. "Perdona mi intrusión, pero juzgando por el mapa, creo q indica a ese edificio que está aquí, justo detrás de nosotros." Algo impresionado, Harry vio que justo frente a su fuente favorita había un edificio más bien modesto, revestido con piedras rojas, una entrada extravagante con una enorme puerta giratoria y unas grandes letras negras, que deletreaban algo ininteligible. 

-"Gracias. En serio."

-"De nada, espero que te vaya bien…"

-"Harry, me llamo Harry."

-"Harry. Espero que te vaya bien Harry"

-"Gracias, tu también cuídate."

-"Ya vámonos Winston." Interrumpió Jerome con una impaciencia deplorable.

Ambos se alejaron cautelosamente, Harry se despidió con la mano de Winston. Cuando ya se habían alejado un buen tramo, Winston se dio vuelta y le grito a Harry: "¡Recuerda encontrarte!" A lo que Jerome le dio un empujón de mala gana. Harry rió para sus adentros.

Sin perder más tiempo, Harry cruzó la calle por un paso de sobre nivel y se dirigió a la estrafalaria entrada. Empujo la pesada puerta giratoria con todas sus fuerzas hasta quedar dentro del recinto, allí se encontró con un hall de recibimiento más grande de lo que se pudiera imaginar. Claramente rompía las leyes de la física, ese enorme salón no cabía en la modesta construcción que había visto afuera. Apenas se retiro de la puerta giratoria se encontró con un hombre alto, delgado y arrugado. Con unos grandes y cansados ojos de sapo y una nariz respingada.

-"Bien venido Sr. Steinberg." Le dijo el hombre. Harry perdió todas las imágenes mentales que acaba de construir del hombre, tenía una voz tremendamente profunda y potente, se imaginaba que era como Steve Buscemi con la voz de Barry White. 
-"Tendrá que entregarme su reloj y su teléfono. Antes de que ingrese, por favor." Harry se quito el reloj de su abuelo y saco de su bolsillo su teléfono sin batería. En realidad no usaba ese teléfono, o ningún otro, estaba sin batería desde hace meses, pero a Sofía le gustaba que lo llevara en el bolsillo por si algún día lo asaltaban, para que pudiera entregar el teléfono y salir sano y salvo. Siempre se preocupaba mucho por él.

"¿No quiere que le guarde el abrigo señor Steinberg? Usted se dirige a las profundidades bajo el sótano del subterráneo de las tinieblas, créame cuando le digo: Allá hace mucho calor." Le pregunto el buen hombre a Harry, este prefirió quedarse con él. Le gustaba sentir la piel a su alrededor, era cómodo para entrar en un lugar tan hostil como el que se avecinaba. 
El buen hombre chasqueo los dedos y del suelo empezaron a salir llamaradas de fuego morado. La colorida incineración empezaba a tomar forma poco a poco, era como una jaula muy tenebrosa, luego empezó a formar un cubo, se asomaron los detalles, una ornamentación muy gótica, unas caras saliendo de las paredes, era un cubo gigantesco, escuchaba gritos a medida que este nuevo elemento aparecía en la habitación, pero eran gritos de júbilo, risas de diversión, gemidos de placer, todo tipo de ruidos provenientes de personas que no estaban presentes. Una vez el fuego ya hubiera alcanzado el techo del enorme salón, se apago completamente, ni un rastro de humo se apareció. Y ahí donde iniciaron a aparecer las llamas había ahora una modesta puerta roja, pintada hasta la mitad de negro. Esta se abrió en dos y Harry pudo ver el interior opaco de una habitación.

Harry se mentalizó, asumió su tarea. "Voy a entrar al infierno. Voy a entrar al infierno."

-"Señor Steinberg" decía el buen hombre mientras volvía a su escritorio de recepción, el cual parecía estar a kilómetros de distancia. "Si lo piensa mucho no alcanzará nada. Solo recuerde como inició este viaje. Buena suerte"

Harry miró una última vez hacia adentro. ¿Ignorando a Eric, que cosa tan mala podía pasar? Dio dos pasos al frente y las puertas se cerraron tras de sí.


-Benjamin Cruz P.

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