miércoles, 4 de julio de 2012

Habitar.


Imaginemos una situación fantástica, la repentina desaparición de todos los seres humanos en esta tierra. Las construcciones de los humanos se mantienen en pie, pero no hay nadie allí para responder a la función de estas.
 Millones de viviendas vacías, puentes desolados, calles desiertas, edificios solitarios, en general toda la manifestación de la cultura humana dejada a su suerte.
Miremos en específico a una habitación, la persona que solía alojar allí ya no está, a lo más ahora será ocupada por la mascota de la casa (un gato para ser más específico) y no existe ninguna otra persona para hacerse cargo de ella. La primera idea que se nos viene a la cabeza es bastante obvia, la habitación no está cumpliendo su objetivo principal: El ser objeto de habitar.
Esa es nuestra primera escena, ahora procedemos a analizar ciertos aspectos del párrafo anterior: La habitación vacía se convierte en el hábitat del gato doméstico, tiene una cama cómoda, un par de sillas que el gato puede arañar, montones de cables para roer, debe haber uno que otro pedazo de pan en el suelo por si tiene hambre. La pieza esta constituida por un montón de elementos que la convierten en un ambiente perfecto para que el gato pueda desarrollarse. Pero aun con todos estos elementos en su interior se habla de que está vacía. En efecto, no hay personas en ella. El gato puede ser un organismo que aprovecha las condiciones de la pieza para desarrollarse, pero no habita en ella. El gato no puso la cama en la habitación pensando específicamente en que le serviría de cómodo albergue para cuando tenga sueño, el gato no domina el espacio y lo usa para su óptimo desarrollo, no es consciente de la posibilidad ni del objetivo. ¡Por supuesto que la habitación esta vacía! No hay en ella personas que la habiten, ninguno de los elementos dentro de ella, ni siquiera el mismo espacio, cumplen su objetivo, o más bien, no poseen objetivo. Puede decirse que ni siquiera SON.
Para esto se entiende el pensamiento fenomenológico de Heidegger, los objetos son en cuanto exista un sujeto para el cual son. El hecho de que ocupen espacio y tiempo no determina su calidad de existir. Entonces, ampliemos el campo de análisis en la escena. Alejémonos de la habitación, no nos quedemos con el aspecto del “residir” dentro del habitar, y veamos el resto del planeta, desecho y sin humanos. Los grandes monumentos, las apoteósicas conurbaciones humanas, piezas de arte, gigantescas fábricas, frutos del desarrollo del intelecto humano, todos situados en un mundo sin espectadores para apreciarlos.  Ya no existen personas para las cuales sirvan todas estas construcciones.
Las enormes ciudades se convierten en una oportunidad para que la naturaleza avance, las plantas llenan las calles, los ríos se desbordan y vuelven a su canal original, los variados ecosistemas empiezan a apoderarse de los desérticos asentamientos urbanos. Pero esto no significa que las ciudades se transformen en soportes de vida. Pasan a ser hábitats, pero no ganan mayor trascendencia por esto, no forman parte de un mundo porque no hay un mundo para el cual puedan formar parte, no sin personas que lo construyan y habiten.
 Todo esto, todas estas construcciones, todos los elementos que han dejado de ser, muestran y demuestran la existencia de un grupo humano, formaban parte de la vida de millones de personas y eso las hacía parte del fenómeno del habitar.
Efectivamente, el habitar se encuentra en todas esas construcciones, no en viviendas solamente, pues, en este ficticio mundo ahora desértico sufren un mismo defecto que también señalamos antes al describir la habitación: Ya no hay nadie que se haga cargo.
Todas las construcciones, todas las manifestaciones culturales que han sido desarrolladas (construidas de una forma u otra, mas allá de ser fabricadas) responden al habitar pues se relacionan con, y constituyen a, el mundo humano.
 Las personas se hacen cargo de su mundo, su vida y su realidad. Esto es, a través del habitar. Las construcciones responden al habitar y en si mismo representan prueba del habitar. El mismo construir forma parte del habitar, pues el habitar es la forma que tienen las personas de hacerse cargo de su mundo y su realidad. La interacción con nuestro medio es la acción básica de todo ser vivo, pero en el caso humano resulta que no solo interactúa con su medio, sino que se apodera de este, lo transforma y moldea a su preferencia. Es el único animal que, en ves de adaptarse al mundo, ha adaptado el mundo a si mismo, creando un ambiente en el que, irónicamente, el mismo debe estar constantemente adaptándose a distintas condiciones.
Toda construcción tiene como fin el habitar, pues toda construcción es desarrollada desde la mente humana para la mente humana. Sin embargo el habitar no es SOLO el fin del construir, el mismo construir es parte del habitar pues es en si una forma de apoderarse del medio, de hacerse cargo de la realidad, es la manera mas tangente de controlar la realidad que moldea el hombre.
La esencia humana se encuentra en el habitar pues es en su misma condición biológica que el hombre encuentra la capacidad para apoderarse de todo lo que lo rodea, de hacerse dueño de su realidad, su vida, su persona y su mundo.
Volvamos a esa tierra de nadie que expusimos al principio de este ensayo. Todo ese mundo, no forma parte de ninguna realidad. ¿Son todavía construcciones las que se aparecen altivas en el centro de la ciudad? ¿Es todavía ese lugar en el que duerme el gato una habitación?  Fueron construidos para el habitar por el habitar, pero ya no presentan ninguna capacidad ni posibilidad de habitar, pues no pertenecen a nada. En tanto que no hay personas, no hay habitar. En tanto que no hay habitar, no hay construir. En tanto que no hay construir, no hay realidad.
La realidad la construye una persona habitando, en tal relación: el habitar se convierte en fundamento y esencia del construir.

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