Imaginemos
una situación fantástica, la repentina desaparición de todos los seres humanos
en esta tierra. Las construcciones de los humanos se mantienen en pie, pero no
hay nadie allí para responder a la función de estas.
Millones de viviendas vacías, puentes
desolados, calles desiertas, edificios solitarios, en general toda la
manifestación de la cultura humana dejada a su suerte.
Miremos en específico a una habitación, la persona que solía alojar allí ya no está, a lo más ahora será ocupada por la mascota de la casa (un gato para ser más específico) y no existe ninguna otra persona para hacerse cargo de ella. La primera idea que se nos viene a la cabeza es bastante obvia, la habitación no está cumpliendo su objetivo principal: El ser objeto de habitar.
Miremos en específico a una habitación, la persona que solía alojar allí ya no está, a lo más ahora será ocupada por la mascota de la casa (un gato para ser más específico) y no existe ninguna otra persona para hacerse cargo de ella. La primera idea que se nos viene a la cabeza es bastante obvia, la habitación no está cumpliendo su objetivo principal: El ser objeto de habitar.
Esa
es nuestra primera escena, ahora procedemos a analizar ciertos aspectos del
párrafo anterior: La habitación vacía
se convierte en el hábitat del gato
doméstico, tiene una cama cómoda, un par de sillas que el gato puede arañar,
montones de cables para roer, debe haber uno que otro pedazo de pan en el suelo
por si tiene hambre. La pieza esta constituida por un montón de elementos que
la convierten en un ambiente perfecto para que el gato pueda desarrollarse.
Pero aun con todos estos elementos en su interior se habla de que está vacía. En efecto, no hay personas en
ella. El gato puede ser un organismo que aprovecha las condiciones de la pieza
para desarrollarse, pero no habita en
ella. El gato no puso la cama en la habitación pensando específicamente en
que le serviría de cómodo albergue para cuando tenga sueño, el gato no domina
el espacio y lo usa para su óptimo desarrollo, no es consciente de la
posibilidad ni del objetivo. ¡Por supuesto que la habitación esta vacía! No hay en ella personas que la habiten,
ninguno de los elementos dentro de ella, ni siquiera el mismo espacio, cumplen
su objetivo, o más bien, no poseen objetivo. Puede decirse que ni siquiera SON.
Para
esto se entiende el pensamiento fenomenológico de Heidegger, los objetos son en cuanto exista un sujeto
para el cual son. El hecho de que ocupen espacio y tiempo no determina su
calidad de existir. Entonces, ampliemos el campo de análisis en la escena. Alejémonos
de la habitación, no nos quedemos con el aspecto del “residir” dentro del habitar, y veamos el resto del planeta,
desecho y sin humanos. Los grandes monumentos, las apoteósicas conurbaciones
humanas, piezas de arte, gigantescas fábricas, frutos del desarrollo del
intelecto humano, todos situados en un mundo sin espectadores para
apreciarlos. Ya no existen personas para
las cuales sirvan todas estas construcciones.
Las
enormes ciudades se convierten en una oportunidad para que la naturaleza avance,
las plantas llenan las calles, los ríos se desbordan y vuelven a su canal
original, los variados ecosistemas empiezan a apoderarse de los desérticos
asentamientos urbanos. Pero esto no significa que las ciudades se transformen
en soportes de vida. Pasan a ser hábitats,
pero no ganan mayor trascendencia por esto, no forman parte de un mundo porque no hay un mundo para el cual puedan
formar parte, no sin personas que lo construyan y habiten.
Todo esto, todas estas construcciones, todos
los elementos que han dejado de ser,
muestran y demuestran la existencia de un grupo humano, formaban parte de la
vida de millones de personas y eso las hacía parte del fenómeno del habitar.
Efectivamente,
el habitar se encuentra en todas esas construcciones, no en viviendas
solamente, pues, en este ficticio mundo ahora desértico sufren un mismo defecto
que también señalamos antes al describir la habitación: Ya no hay nadie que se haga cargo.
Todas
las construcciones, todas las manifestaciones culturales que han sido desarrolladas
(construidas de una forma u otra, mas allá de ser fabricadas) responden al habitar pues se relacionan con, y
constituyen a, el mundo humano.
Las personas se hacen cargo de su mundo, su
vida y su realidad. Esto es, a través del habitar. Las construcciones responden
al habitar y en si mismo representan prueba del habitar. El mismo construir forma parte del habitar, pues el habitar es la
forma que tienen las personas de hacerse cargo de su mundo y su realidad. La
interacción con nuestro medio es la acción básica de todo ser vivo, pero en el
caso humano resulta que no solo interactúa con su medio, sino que se apodera de
este, lo transforma y moldea a su
preferencia. Es el único animal que, en ves de adaptarse al mundo, ha adaptado
el mundo a si mismo, creando un ambiente en el que, irónicamente, el mismo debe
estar constantemente adaptándose a distintas condiciones.
Toda
construcción tiene como fin el habitar, pues toda construcción es desarrollada
desde la mente humana para la mente humana. Sin embargo el habitar no es SOLO
el fin del construir, el mismo construir es parte del habitar pues es en si una
forma de apoderarse del medio, de hacerse cargo de la realidad, es la manera
mas tangente de controlar la realidad que moldea el hombre.
La
esencia humana se encuentra en el habitar pues es en su misma condición biológica que el hombre encuentra la
capacidad para apoderarse de todo lo que lo rodea, de hacerse dueño de su
realidad, su vida, su persona y su mundo.
Volvamos
a esa tierra de nadie que expusimos al principio de este ensayo. Todo ese
mundo, no forma parte de ninguna realidad. ¿Son todavía construcciones las que se aparecen altivas en el centro de la
ciudad? ¿Es todavía ese lugar en el que duerme el gato una habitación? Fueron
construidos para el habitar por el
habitar, pero ya no presentan ninguna capacidad ni posibilidad de habitar,
pues no pertenecen a nada. En tanto que no hay personas, no hay habitar. En
tanto que no hay habitar, no hay construir. En tanto que no hay construir, no
hay realidad.
La
realidad la construye una persona habitando, en tal relación: el habitar se convierte en fundamento y
esencia del construir.
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