lunes, 11 de abril de 2016

El Fin del Ancla

Hay cosas a las que nunca me he atrevido,
No por falta de entusiasmo, ni por miedo.
He dejado aventuras pasar con su felicidad,
Por la simple furia de un hombre sobre mi espíritu.
¿Cómo atreverme a buscar consuelo
Cuando el dolor es pecado?
Siempre hice lo que me dijeron,
Fui un niño que no fue un niño,
Crecí frágil y sensible, como un huevo,
Cuidando algo mayor a mí,
Con una cáscara rígida,
Soportando la presión de un vacío
Instaurado por el fuego de los hombres.
Llegué a creer que las marcas de mordida
Que portaba en mi voluntad como medallas
Me harían mejor persona, como un santo.
Y ahora llegas, amiga, a mirarme.
A verme como una madre a su hijo,
Con ternura de luz intrauterina,
Y me miras como una mujer a un hombre,
Con un deseo, una intimidad de firme granito,
Con besos en los ojos y amor en las pestañas.
¿Cómo serte justo y honesto,
Si mis dogmas me ahorcan?
He perdido mucha sangre,
¿Cómo darte latidos sin arder?
Me dices que sea espontáneo,
Como si fuera viento costero,
Ligero y húmedo, veloz,
Vivaz, vívido, vital.
Me pides que sea ráfaga,
Cuando pasé una eternidad
Anclado a una roca filosa.
Sé que no me acerco a lo que buscas,
Pero me llamas a fluir, a dejar ir,
A correr, como eyaculación vigorosa.
Te das a mí como un alma hecha de sol,
Pero no eres consciente de la sombra
Que tengo que enfrentar en tu presencia.
Sé que estoy hablando en elementalidades,
Y que mis metáforas están pobremente construidas,
Pero no tengo otra forma de pensarte.
Eres una estrella marcando mi norte,
Y aunque intento seguir tus enseñanzas,
Sigo tirando de mi piel como si fuera ropa vieja,
Mientras enfrento callejones sin salida
En los pasillos de mi mente enjaulada.
Si, mis palabras me dan alas,
Y mis aleteos dan forma a mis escritos,
Pero los barrotes de esta celda
Sólo me permiten verte pasar frente a mí.
Como un pájaro viendo a su hermano
Remontando el firmamento como un cometa.
Si, hay cosas a las que nunca me he atrevido.
Pero no es porque no quisiera hacerlas,
Sino por las garras monstruosas
Que arrancan mis plumas astrales.

Pero las cosas han cambiado,
Ese Ícaro impotente se acabó.
Ya no soy el mismo joven de pupilas distantes,
Con la sonrisa insustancial y las manos silentes.
Estoy reinventándome, amiga,
Forjando un cuerpo de polen,
Fértil, libre, salvajemente vegetal,
Capaz de atravesar cada barrera,
Romper cada membrana,
Quebrar cada cascarón pétreo.
Te prometo que tomaré mi corazón,
Y con ventrículos en mis puños
Moleré toda oposición,
Salvaré toda distancia,
Cauterizaré mis heridas de una vez por todas.
Tú serás la primera en saberlo,
Cuando me veas remontar
El firmamento a tu lado,
Con mi risa de astro veloz.


Autor: Felipe Guzmán Bejarano

No hay comentarios:

Publicar un comentario