domingo, 14 de julio de 2013

Hay días en que estamos muertos todos

Formo parte de la generación del insomnio, los hijos bastardos de las fechas de entrega y las pitadas de cigarro a medianoche. Somos los herederos de ciudades vacías y polvo acumulado, de autos sin patente pagada y de corazones aplastados. Somos la voz de los oprimidos por sus propias cabezas, los procesados, los bajos en sodio y de acero inoxidable, pero es mentira, sabemos que los sueños sí se oxidan. Portamos la esperanza infraguable, el ideal inimaginable y el deseo irrefrenable, pero los golpes del tiempo han hecho mella en las intenciones y en la cordura de mis hermanos. Somos los estandartes de la justicia y de las causas perdidas, pero los ancestros nos dejaron tan vieja armadura, tan rota espada, que no somos capaces de cabalgar en nombre de lo verdadero. El maltrato infantil moldeó nuestra mente, la exigencia brutal forjó nuestras almas cabizbajas. La sordera es nuestra maldición, pero no somos ciegos al dolor, no somos insensibles al amor, y gustos tenemos muchos. 

En nombre de mi era, pido perdón a los abandonados, a los infectados de pobreza de espíritu, a los que viven detrás de máscaras sonrientes, a los desechados por el modelo económico imperante, a los descartados por el egoísmo, a los niños y niñas violados por sacerdotes y a los eternos fantasmas que deambulan entre nosotros; a todos ustedes, les pido perdón en nombre de mis hermanos, que nuestras vidas penden del mismo hilo que el de ustedes, o eso decimos para no darnos la lata de ayudar.

Alguna vez hubo personas en esta tierra. Hoy solo quedamos esqueletos embutidos en instituciones, los cadáveres siniestros de millones de potencias cuyos actos fueron apagados.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

No hay comentarios:

Publicar un comentario