lunes, 14 de mayo de 2012

Linea 1

Verlo saltar rumbo a una muerte segura, romper el esquema, era algo realmente inspirador, yo me encontraba en el metro tren en ese momento, una mujer embarazada se mantiene de pie mientras es empujada por un tumulto de gente, mi rostro se golpea contra el vidrio de la puerta mientras atravesamos ese túnel para notar que la luz que se encuentra al final, no es mas que una nueva perspectiva a la misma miseria. 

¿Existe algo más allá de Los Dominicos?

Miles de cerdos amontonados en esos ataúdes, yo no era mas que un cliente, yo no era mas que otra hormiga en la fila, túneles subterráneos cercenan Santiago y nos trasladan a nuestras respectivas salas de confinamiento, los mire a los ojos, mas carecían de identidad, emitían horrendos gruñidos mientras otros cerdos ingresaban en cada estación. Mi cara aun se encuentra contra la puerta de vidrio, quieren salir a cumplir sus condenas, me empujan, me pasan a llevar, nadie pide disculpas, un horrendo sonido alerta sobre el cierre de las puertas, ellos temen, retroceden, obedecen, las puertas se cierran, la tumba se llena y seguimos el dantesco recorrido por la decadente profundidad, como una gran metáfora puesta en movimiento, el metro a llegado a su respectivo rumbo y comienza el repentino freno, mis oídos amenazan explotar ante el ensordecedor sonido y la presión, de repente observo a través de la ventana, una silueta alza su vuelo, un hombre se lanza a las vías para ser envestido por ese enorme gusano, parasito alimentado de anhelos de hombre.


Silencio.


Un narrador anuncia el retraso en el trayecto, los cerdos miran sus relojes y sienten como el minutero rasga su piel mientras ellos tiemblan ante el dolor y el pavor.


Puedo ver como se lo llevan, lo llevan en una bolsa negra, el tren esta teñido con su sangre, el Mesías ha muerto de nuevo, mas yo he despertado. 


Anuncian el reestablecimiento del sistema y anuncian que este se vio afectado por fallas técnicas, la alarma anuncia la reanudación del viaje, desciendo antes del cierre de puertas, ya se lo que debo hacer.


Autor: Fernando Hormazabal

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