martes, 15 de mayo de 2012

Sicópata

Me senté en la vereda, apoyé mi espalda en uno de los muchos (gracias a Dios) árboles que había, el calor era insoportable.
Perdí la noción del tiempo ¿Cuánto tiempo habré esperado ahí? Fijaba mi mirada en el edificio de en frente, "8682" me seguía repitiendo al concentrar la vista.
Analicé el edificio: Gris. El natural color del hormigón armado con el que había sido edificado. Su simplicidad me asombraba. Si había una manera de describirlo era así: Un gran bloque gris en medio de un vano intento por esconder la putrefacta ciudad y pintarla de un agradable matiz verdoso.
Este edificio era un santiaguino de verdad.
Pero la importancia recaía en el interior del bloque. 
Un montón de viviendas, una encima de la otra. Máximo 60 personas podían estar habitándolo, 75 si es que alguien estaba dando una fiesta, pero solo una era la que estaba buscando. 
De las 60 humanidades, 33 estaban probablemente dentro del edificio en ese minuto, 13 de ellas durmiendo, 6 cocinando, 9 viendo televisión, 3 duchándose, 1 viendo por el balcón (el infaltable viejo curioso que no tiene nada mejor que hacer un miércoles, viendo al ocioso que está sentado en la vereda de al frente; yo le devolvía la mirada con furor.) y por ultimo una única persona, que serias tú, haciendo solo Dios sabe que.
Pensé en directamente ir y tocar el timbre, entrar como Pedro por su casa. Habría hecho una gran escena, digna de la más apasionada teleserie venezolana que veían las miles amas de casa de la capital en ese momento. Pero no tenia idea del número de tu departamento asique desistí de la tentadora oferta.
Me limite a quedarme ahí. Esperando,  afuera. 
Como todo un sicópata.


Benjamín Cruz P.

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