Un hombre no es realmente un hombre,
Hasta que no ha sentido el fuego de Troya
Ardiendo a sus espaldas;
Hasta que no abandona las ruinas
Para amar a la mujer más hermosa.
Hasta entonces,
Un hombre no será más que un sapo.
Si, un batracio berrugoso,
Un nudo de fango y tiempo
Que sólo tomará forma humana
El día en que supere el ardor del sol,
El dolor helado de la luna blanca,
Para amar a la mujer más hermosa.
Ahora, si un hombre prefiere,
Por esas cosas de la vida o de la muerte,
Amar, respetar, y desear a otro hombre,
Con sus manos de marfil o madera solemne,
No soy quien para tratarlo de anfibio mugroso.
Autor: Felipe Guzmán Bejarano
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