El viento sabe lo que me propongo,
Es mi cómplice más íntimo,
Más aún que mi almohada.
Me siguió por entre corazones de mujer,
Escondiendo en un principio su voz,
Mostrando sus brazos traslúcidos después.
Ha sido mi fuego y mi nieve,
Mi condena y mi consuelo,
Arremolinándose como torbellino de flores,
Espiralándose sensualmente en las nubes calientes.
Si sopla a mi favor o en mi perjuicio, hoy no me importa.
Sea agujas de hueso, sea el silencio de un beso,
Romperé la vida misma con mis dedos,
Aunque la muerte se vuelva bruma de las sillas.
Autor: Felipe Guzmán Bejarano
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