lunes, 8 de septiembre de 2014

Se nos escapa el derecho a querer

Hallé una ventana hacia el pasado,
Una abertura hacia tiempos más helados,
Un horizonte más oscuro que esperanzado.
La tinta de los corazones se derramaba
Por unas heridas hechas al filo de la luna
En la piel de una tristeza vuelta ovillo.
¡Ay, la tristeza, Dios mío!
Con su carita toda envenenada,
Con sus ojitos todos obnubilados.
Se me apretó el pecho,
Se me lloró el silencio.
Se me quebró la voz,
Se me murió el secreto.
¡Ay de la tristeza!
¡Ay de la negrura!
Que pareciera doblarse sobre sí misma
Como papel en lentos pliegues.
El vientecito esparce su sombra vil
Por sobre el nudo de la tristeza.
Pareciera quemarse en las lágrimas,
Hace cortes profundos en sus mejillas.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

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