viernes, 19 de septiembre de 2014

Derrumbes

¿Qué clase de hechizo es aquel capaz de volver en reliquia y maravilla una billetera desgastada y vacía? ¿Qué sortilegios tornan en amuleto y talismán las llaves oxidadas que duermen en los escritorios? ¿Por qué nos empeñamos en ver augurios y en consultar pitonisas? ¿Cuándo dejaremos de ver demonios tras las cortinas de los baños? Nos hemos olvidado de que la superstición trae mala suerte consigo, y que el pensamiento mágico es una forma de desproporcionar la realidad hasta puntos psicóticos y miasmáticos. Pero ante el dolor y el sufrimiento, aparece la fantasía, surgen las explicaciones irracionales: Que esa mujer me maldijo, y ahora es un fantasma que me persigue; que mi mala fortuna y mis dolencias son producto de ritos vudú. Más aún, los solitarios abandonan el contacto humano a favor de construir torres en sus cabezas. La inexplicabilidad de lo terrible en nuestras vidas da pie a interpretaciones y actividades mágicas. La imaginación juega el rol de un refugio, una caverna en la que pasar la tormenta. Y hay veces en que esa caverna se derrumba sobre nosotros antes de que podamos salir. No quiero que me piensen un amargado, en extremo pragmático, y que presume de ser realista y tener su vida arreglada. Solo quiero escribir estas líneas a modo de advertencia, porque he visto a más de un alma ser devorada por las mismas sombras que ellas crearon.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

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