jueves, 5 de junio de 2014

Los vientos de la vida usan anteojos

A Patricio Cancino: quien supo encontrar soles en cavernas,
y supo ser luz en las tinieblas.

Nubecita andante de la cual brotan los vientos como espadas de sinceridad,
Brisa creativa que meces con suavidad las flores de mis campos sencillos,
¡Trueno! ¡Hijo de la lluvia tropical! ¡Chaparrón de risa y destello de alegría!
Hombre que ha sabido llorar hasta la última de las nieves estelares,
Tuyo será el mañana, tuyas serán las papayas revoloteantes de nuestros corazones.
Aunque haya quienes te traten como una vil rata, no dejes de comer buen queso,
Y no olvides que eres explorador y aventurero, señor del horizonte,
Descubridor incansable de la fortuna y el amor dorados de los cordilleranos.
Halcón de alas brillantes, muéstranos el cielo que hemos de surcar,
No dejes nunca de ser río y ser campana para los sedientos y los faltos de fe,
No abandones nunca el sendero de las balanzas y los besos bienhechores.
Cuida esa sonrisa de alabastro, ¡pero siémbrala en los campos sencillos!
¡Siembra siempre con el corazón en el puño y tu gran alma en los tobillos!
Vive como cascada en retirada, es decir, como mar desafiante de barrancos
Que anhela alcanzar la más alta de estas montañas hasta convertirse en soplo,
¡Ay sí!, en soplo entero de un dios fecundo y generoso, ¡en su soplo blanco, ay sí!

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

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