jueves, 26 de abril de 2012

Lluvia

Hoy está lloviendo.
No desde hace mucho,
pero está lloviendo.
Desde mi apartamento miro
por la ventana.
Lluvia.
La ciudad se viste de gris,
el cielo se tiñe de gris.
El viento sopla,
y la lluvia cae,
pero más fina.
Los árboles ahora lloran
a sus hermanos muertos,
como si la lluvia fuese
muerte, dolor y pena.
Son las seis de la tarde.
Ya no hay sol, solo lluvia.
Una a una, las luces
comienzan a encenderse
en la calle,
sin saber que no alumbran.
Porque está lloviendo.
Y las nubes parecen tener
un brillar opaco,
un brillar gris como la lluvia
o el asfalto.
Cuento las gotas en mi ventana,
y me canso al rato.
Por cada gota que cuento,
caen dos nuevas.
La lluvia es como la gente.
Los techos son como la lluvia
y las calles.
El cielo como una mañana
en el norte, o una
noche en el sur.
Me digo a mi mismo
odiar la lluvia.
¿Quién sabe si es cierto?
Me hace sentir triste,
me hago nostalgia.
Y es que la palabra
lluvia es triste.
¿O tal vez la lluvia
me recuerda a mi mismo?
Tal vez soy yo quien lloro
todos los días.
Quizás la lluvia no llora.
Miro hacia el este.
¿Llorará la gente al no verte,
cordillera?
¿O tu misma te escondes
de la lluvia?
No.
La lluvia y yo lloramos
por lo mismo.
Y un canto emerge
de cada gota.
Amo la lluvia.


Autor: Felipe Guzmán

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