viernes, 24 de abril de 2015

Persona Precisa para mis Días

Si el sol estuviera encarnado en una persona, seguramente ondearía Fernanda como su nombre. Conocí su dulzura y sus inseguridades cuando aún era muy pequeño como para saber lo que era el miedo verdadero, menos aún el amor de verdad. Fueron breves días de quiromancia y risas, también de lágrimas, éramos jóvenes con corazones apuntando a nortes distintos, que coincidieron en amistades y lugares, en tiempos y en palabras. Una buena amiga, infinita, repleta de fuego, sinceridad y lealtad. 

Como con tantas otras personas, el silencio y la distancia nos separó un invierno, y convirtió nuestros encuentros espontáneos y azarosos en conversaciones forzadas y en máscaras aceptables. Creí que ella era feliz, y que no necesitaba de alguien angustioso y hundido en el llanto de tantos fantasmas, así que la dejé marchar varias veces sin siquiera pedirle su número de teléfono.

Ayer volví a ver a Fernanda, pero algo había cambiado. Yo podía ver desde más altura mis propios errores, y ella estaba extrañamente poseída por un trance melancólico. A esta altura de nuestras vidas, bien podríamos haber sido extraños el uno para el otro, pero decidimos jugar a las confidencias. Yo escuché su pesar y la acogí, recordando el primer abrazo que nos habíamos dado hace varios años atrás. La entendí sola y lastimada, decidí quedarme junto a ella y ser, por primera vez, un sol en donde pudiera calentar su pena y secar su tristeza. 

Tengo que reconocer que yo no estaba bien, que me apretaba el cuello el brazo invisible de cierta mujer, y mientras empecé a sanarla en silencio, esforzándome por reavivar sus energías decaídas, me nació la certeza de que no la dejaría sola. Ella me agradeció, más de una vez, y sentí alegría. Empezamos a filosofar, a mezclar anécdotas, a entremezclar lo humano que habíamos olvidado del otro, y en esa acción de reencuentro feliz, me devolvió de un soplo la cordura, como si me hubiera untado lo esencial que yo estaba olvidando en mi vida.

Digo que ella es un sol, además de una mujer increíble, por la fortaleza que irradia y el cariño con que nutre a quienes tienen la fortuna de conocerla. Fernanda es poesía con ojos de ensoñación.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

No hay comentarios:

Publicar un comentario