Jugando con la mirada, expectante.
La mesura le duraría poco,
Su amada gata lo sabía.
Primero se quitaría el sombrero,
Luego el corabtín renegro,
Sacándose al final el autocontrol.
Luego se lamerían los cuellos,
Al final se rozarían incesantemente.
Ronroneos en la recámara de los Gatos.
Autor: Felipe Guzmán Bejarano
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