Un buen día
La sangre dejó de caer
Deteniendo el sonido hueco
Y lleno de silencioso hielo mortecino
Ya no habían espaldas
No quedaban tempestades
Las montañas eran granos de arena
Un buen día llegaba
La barca partió a la isla
Para no volver al reino luminoso
Secerse se marchaba para siempre
A cuidar de Derod en su ataúd de estrellas
Fue buen día aquel
La mariposa de cadáveres caía
En el fuego de la consumación
Denso en su prodigar y júbilo
La torre de escorpiones
Derrumbada tras el soplo magnífico
De la blanca piel y el calor
Extasiante en su entrega
Un buen día
Llegaron bendiciones
Por la gracia del cielo
Que despedía la noche amarga
Y ese buen día
Prometió con una sonrisa
Que se quedaría con su sol azul
Esta vez de verdad se quedaría
Esa fue su promesa de buen día
Autor: Felipe Guzmán Bejarano
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