domingo, 12 de junio de 2016

Ciclismo Primitivo

Silente como la noche misma,
Balanceo la fragilidad y la fuerza
En los dos pedales de mi bicicleta,
Fornico el viento desde mi sillín.
Invisible como una sombra,
Me deslizo cual suave cortina
Por entre la sangre y la madera,
Conjurando hechizos de arena
Que me dan alas de plomo y fuego.
Invoco a los demonios del averno
Cada vez que freno mi avalancha
Por culpa de un impúdico transeúnte.
Me consume el músculo cristalino
De mi azul bicicleta violadora,
Que con sus ruedas imaginarias
Quiebra en un largo llanto circular,
Con lágrimas espinosas y ortigas saladas.
Soy una llaga tambaleante,
Un vampiro con piernas de zancudo,
Soy muerte tras otra muerte tras otra muerte.
Y tras la muerte sólo queda la ceniza,
La pena, el deseo, y la llovizna.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

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