domingo, 19 de marzo de 2017

Soy mi propio maestro

Soy mi propio maestro.

Nadie me dice qué hacer,
Yo escucho mi cuerpo
Y respondo solo ante mi mismo.
Sigo mis propias instrucciones.

Si yo quiero, puedo
Persignarme con la mano izquierda,
Lavarme los dientes con agua bendita,
Contradecir la palabra de un cura.

Nadie me venga a decir a mí
Cómo y cuándo adorar al Señor.
Mi relación con Él es mía,
No de pelafustanes con sotana.

Soy mi propio discípulo.

Puedo sostenerle la mano al Diablo,
Besar los suelos del infierno,
Poner de cabeza los crucifijos,
Usar la Biblia de posavasos.

Mientras más me regañen
Más porfiado me iré poniendo.
Desistan de toda necedad,
Que derrumbaré las iglesias.

Y las levantaré en tres días.
Semilla entre maleza soy,
Y he germinado a punta
De sudor y sangre de cordero.

Soy mi propio pastor.

A mis rosarios les faltan cuencas,
Los altares que visito no tienen hostias,
Y las catedrales que frecuento
Se hayan en ruinas hace años.

¿Por qué tanta incredulidad?
El asunto es muy sencillo:
Esperé a Cristo despierto esa noche,
Orando con fe en el Getsemaní.

No lo negué, y lo amé con creces.
Es por mentirosos que dicen conocerlo
Que detesto las misas con todo mi ser.
Repudio total a esas orgías paganas.

Soy mi propio rebaño.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

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