brasos, la violencia del acto se contrasta con la pureza que tiñe su vestido de novia. Elisabeth, oh como te ame injustamente y desee tantas veces bajo la clandestinidad nocturna, mas jamas correspondida fue mi obsesiva devocion, otro vaso, el mismo que me llevo a esta tragedia, los murmuros ensordecen, abandonado en el altar. Mas luego sucumbir a la ceguera de los celos y el alcohol. Este dia en que Elisabeth seria tuya para siempre. Asumo la carencia de perdon divino a mi alma, pido antes de quitarme la vida, me des tu perdon amigo. La sangre de Elisabeth he de pagar bajo los dantescos suplicios del infierno. Mas prometo el cuidar de ella la eternidad, como tantas veces soñé, y os dejo esta nota mientras esperas a mi amada en el altar.
Autor: Fernando Hormázabal
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