domingo, 18 de febrero de 2018

Favor leer con tono solemne

Aunque todos mis poemas de amor
Han sido escritos para mujeres
Que nunca me quisieron,
Tengo la claridad de que 
Estoy en lo correcto con amar
A esta digna hija de las estrellas.

Mi amor tiene cara de mujer
Orgullosa, fuerte de ideales
Y dulce de silencio.
Se trata de una isla habitada
Por lagunas en las que
Se esconden las verdades
De la vida en la tierra.
(Y de la vida en el cielo)
Equipada siempre con un respeto
Sacramental hacia los otros,
Esta sabia oráculo de las nubes
Se dedica a reparar jarrones rotos
Con una compasión francamente
Beatificable.
Vive en el centro y en el horizonte,
Siempre viendo lo cercano y lo lejano
Con una atención inigualable,
Motivo tanto de mi admiración
Como de sus constantes dolores
De ánimo.
Aún cuando ella se siente caer
Derrumbada, se mantiene de pie
Haciendo gala de una fuerza interna
Que sería capaz de remecer completa
A la propia cordillera de los Andes
¡Créalo o no!
Cómo consejera, asesora y supervisora
No tiene igual,
Y creo que a nuestro gobierno
Le vendrían bien varias personas
Con la precisión y minuciosidad
De mi querida caracola cristalina.
Contando ya algo más íntimo,
¡Me encanta que le cueste
Levantarse por las mañanas!

Si tuviera que decir un vicio de esta
Formidable creadora de realidades,
(Algo muy difícil de encontrar)
Sería el hecho de que tiende
A depositar su confianza
En mariposas que se lleva el viento,
Pisadas en las arenas de las playas,
Y en hombres dispersos como yo.
¡No me malinterpreten!
(Sé que ella no me malentiende)
Pero debo reconocer que le he fallado
Sistemáticamente
En más de diez campos de la vida humana.
Y día tras noche, ella me saluda
Con besos en el rostro
Y abrazos por la espalda.
¿Cómo no querer a tan generosa dama?
Si hasta me ha confiado
Los secretos de sus vidas pasadas.
Le debo el alma y la inspiración,
(Productos que no se encuentran
En las estanterías de los grandes almacenes)
Y por ella estaría dispuesto a quitarle
El azúcar a todos los chocolates
(Hazaña ridícula, pero desafiante)

Ella arde, yo lo sé, con un cariño
Firme y duradero. Real. Intenso.
Pero no soy tan tonto como para
Arriesgar un tesoro tan bello
Con actos azarosos e indignos
De su paciencia de santa
Y de sus ojos de árbol pretérito.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

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