domingo, 11 de junio de 2017

¡Déjenlo Tranquilo!

Mucho han dicho sobre nada
Los sacerdotes, los hombres,
Las mujeres incandescentes.
Que Cristo esto,
Cristo lo otro,
Que más puede el carecacho.
¡Basta!
Les diré la verdad del loco Jesú',
A ver si así se dejan de parlotear.

Primero,
Y lo más importante que debe saberse,
Es que el Rey de los Nazarenos
Descendió cual paracaidista,
Con piruetas estrambóticas,
Sobra una memoriosa tierra olvidada.
Lona rasgada, sí,
Costalazo,
De cara contra el piso,
Pero descendió igualmente
Con (poca) gracia en su humilde cuna.

Segundo:
Cristo nuestro Señor
Era un principiante
En esto de comunicar su mensaje.
Sí, no exagero,
Carismático y todo
Fue un aprendiz de orador sordomudo.
¿Cómo ser maestro de la palabra?
Si Dios se la pasó jugando al teléfono
Con sus fieles seguidores durante siglos
(y aún hoy lo hace)
Con escaso o nulo éxito.

Tercero:
Jesús fue tan persona como el fariseo,
El recaudador de impuestos,
O la cortesana de anchos cántaros.
Cristo fue niño perdido en multitud.
Dios hecho hombre padeció sabidos males:
Se resfrió, masculló, tuvo pesadillas,
Quiso besar cuanto labio pasó frente a Él,
Dio la hora, echó la foca, quedó raja cura'o.
Importante ésto, porque el Salvador vivió confusiones,
Dudó, requirió en múltiples ocasiones ser salvado.
¿Cómo impartir un mensaje con claridad
Si la lengua se le enroscó en verdad y mentiras?
Cristo fue humano.

Considerad entonces,
Roedores boquilargos,
La difícil tarea del Padre/Hijo
(Espíritu Santo también):
Si ustedes mismos no pueden mirar al cielo,
Si no hay forma en que no maldigan la lluvia,
Si cada oportunidad la desperdician;
En suma, si no pueden salvarse a sí mismos,
¿A qué criticar al Altísimo?
Resuelvan sus propios problemas,
Que Dios está hasta el cogote
Tapado en asuntos arcanos o apócrifos,
Y dejen de mirar la paja en el ojo ajeno.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

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