martes, 22 de marzo de 2016

Sin Título IIII

Se acercan las horas
En que los padres
Dejarán de rezar,
Y sus hijos tendrán
Que apagar las luces
De sus mejillas.
Toda provisión será poca,
Todo cuidado escaso,
Cada refugio, endeble:
Vienen las tormentas
De fuego y neblina;
Las piedras con forma
De mujeres; desalmadas
Portadoras de las hachas
De la noche sin estrellas.
Los días se hacen breves,
Empequeñeciéndose,
Comprimidos ante la fuerza
Torrencial de las perras tristes.
Los relojes se detienen,
Estallan grifos en la calle,
Como dibujos infantiles
Se perfilan grietas agrias
En la tela del firmamento,
Ante la mirada de granito
De los grises ojos de las lobas.
Frío, el hielo me cruza
Con una furia sin igual.
Dejo de sentir los lamidos
De mi corazón al latir,
Y se llena mi garganta
De rocas afiladas.
Intento aferrarme a mi cordura,
A los hechos, a los pechos,
A los lechos del insomnio.
No logro soportar la inminencia
De estas niñas de la decadencia,
Terribles forjadoras de guerras
Con la muerte de su voz de metal.
Caigo del sueño a la consciencia,
Y luego al terror más absoluto.
No quedará nada para mi,
Tras ellas sólo queda el vacío.

Autor: Felipe Guzmán Bejarano

No hay comentarios:

Publicar un comentario